sábado, 30 de marzo de 2013

Diego de Giráldez


Un pintor y escultor español de dimensión universal

Este libro dedicado a la vida y obra del pintor Diego deGiráldez pretende facilitar el conocimiento de su extensa obra, y vivencia –en cuanto a esta, una aproximación, le queda mucho por vivir y decir en su biografía-, a quienes no la conocen.


Diego de Giráldez es un pionero del nuevo realismo español cuyas ideas, y estilo propio, los materializó y materializa desde los finales del siglo XX y los principios de XXI, además da y dio de beber a los múltiples logros alcanzados por artistas de su generación.

No es difícil, tampoco fácil, pero sí ardua la tarea de buscar los datos para hilvanar algunos hitos de la vida de Diego, para describir al hombre que hay detrás del autentico artista, rebelde ante lo estancado e inmutable de la pintura de finales del pasado siglo XX, a la cual, con genuina pasión hace el aporte de su gran creación, el Realismo NAS (Registrado en 1982, aunque ya venía trabajando en él desde antes de 1977), estilo con el que despierta corrientes estéticas nuevas y técnica diferente de las que se están nutriendo artistas contemporáneos, desde entonces a nuestros días.

Diego de Giráldez como artista, descubridor del estilo NAS, es un pintor sorprendente en sus planteamientos plásticos, que en ningún momento deja indiferente a nadie. Excelente dibujante, gran conocedor e inventor de materiales, pigmentos, técnicas y texturas. 

Nacido en A Cañiza (1957) y afincado en Vigo desde su infancia. Se le cataloga como realista –realismo social-, surrealismo, naturalismo y abstracción unidos, es difícil de definir el lenguaje utilizado por este excepcional pintor que conmociona por su originalidad, belleza, crudeza o interpretación del dolor.

Datos de su vida

Corría 1957 y Diego de Giráldez nacía en la pontevedresa villa de A Cañiza. Lo hizo este artista genial en el seno de una familia gallega de padre marino y madre pequeña empresaria. Proveniente de una de las familias más relevantes de la historia de esta Villa, de la importante casa de Borza (En la rama de la Casa del Cardenal- los Giráldez y Lago-, en Borza-Valeixe), hay otra rama del Morgado del Pazo de Borza, que adquirió el apellido de mayor abolengo, Sarmiento, al casarse el hijo del primero con una hija descendiente de la Casa Palacio del Conde de Cervellón (Parada de Achas), D. Diego Pérez Sarmiento. Con el paso del tiempo han sido señores del Pazo los Sarmiento de Sotomaior, uno de ellos D. TOMÁS SARMIENTO Y ALDAO DE SOTOMAYOR. Nos recuerdan, viejos documentos,: “ramo dos Sarmientos de Sotomayor, radicado na freguesia de Santa Cristina de Valeixe, em frente de Melgaço………”. Apenas estaba dando sus primeros pasos el pequeño, Diego de Giráldez, muestra inclinaciones por las Bellas Artes, en especial la pintura, quedando de aquella época dibujos realizados con carbón sobre papeles que encontraba por casa, eran sus primeros trazos, los primeros latidos de un genio que iba a crear escuela.

Fue el día 8 de marzo de l957, a las 24 horas, como el que no quiere abandonar ese día. Nació en A Cañiza, provincia de Pontevedra, en el seno de una familia pequeño burguesa, Diego de Giráldez, a quién le impusieron los nombres de Manuel y Diego. Hijo de Antonio, oficial de la marina mercante, y Luz empresaria de hostelería que al mismo tiempo se encarga de la educación y cuidado de los hijos, debido a que el padre estaba ausente con frecuencia, requerido por su profesión de marino; nieto, por línea paterna, de Diego y Generosa y por línea materna de Evaristo y Luz, todos naturales de A Cañiza (Pontevedra). Todo ello tiene interés para determinar la personalidad de este pintor, pequeño, algo calvo, de piel blanca y ojos oscuros, tercero de cuatro hermanos y que quizás esos prolongados periplos, de su padre, en la mar, hagan de él un niño juguetón y con inquietudes, que comienza muy temprano a dibujar, cuando a penas andaba ya “pintaba” con carbones de la “lareira” sobre papel de estraza, de envolver el pan, los que su madre desechaba. Y que hoy en día, en opinión de críticos tan significativos como Santiago Amón y Ramón Faraldo, es un “pintor sorprendente” que creó un nuevo estilo dentro de este nuevo realismo combinado con naturalismo, abstracción y surrealismo.

 La infancia de este niño, hijo de un matrimonio maduro, tenían cuando nació Diego, el padre 41 años y la madre 38, transcurre entre los mimos y atenciones de su madre y las ausencias de su padre que ya empieza a tener problemas de salud dejándolo huérfano, el 15 de Junio de 1965, a los ocho años de edad. Poco después su madre se traslada a Vigo con el resto de la familia y es donde a partir de 1967, después de salir del colegio público de la calle del Pino, asiste a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, sin matricularse, gracias a que los profesores se lo permitían pese a su corta edad. Este niño que responde al nombre de Diego pronto empieza a destacar como dibujante y ejerce, ya, como pintor que tiene todas las características para ser un nombre que pise fuerte en este “mundillo” del arte: vienen sus primeros premios por dibujos al carboncillo, exposiciones colectivas y su primera exposición individual: “..., inquieto, con toda la fuerza y sabiduría de los Druidas Celtas...”, como nos recuerda Ramón Faraldo. Camina, los primeros años, silenciosamente, acumulando formación, pero hace notar su presencia entre los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de García Barbón - hoy Universidad Popular de Vigo- y en círculos y tertulias artísticas, siendo siempre el benjamín del grupo. El brillo de sus ojos, la constancia y la seguridad en lo que hace, presagian que este joven afable, sencillo y de sonrisa bondadosa se convierta, en lo que hoy es, en un valor artístico intemporal y universal. Este nombre de excepción entre la pintura contemporánea de los últimos años, pinta, en esa época, lo que conoce: el paisaje, sus gentes, las naturalezas muertas con colores y luces de nuestra tierra. Hoy domina una obra que ha sido catalogada, considerada por la crítica especializada, como una de las más personales de la pintura española contemporánea. En los años 70 y sobre todo a partir de 1975 existe en España, en Galicia y en Vigo un período de oscilación expresionista, que parece beber en las fuentes de los expresionistas alemanes del 62, algunos pintores buscan y no hallan en esos crecientes contrastes entre lo nacional y lo regional y lo internacional e intemporal, incertidumbre que se va aplacando en 10 o 15 años con una auténtica reflexión desde la sociedad en todas sus facetas: dentro del arte, de la literatura,.... Tensión y movimiento, que eran las características esenciales de esa época y que aparecen en el mundo del arte como un impulso ascendente, sin importar las bases fundamentales de cualquier movimiento artístico: dibujo, difuminación, equilibrio,..., contrasta con la opinión de algunos críticos y la sensación de ser arrastrados hacia abajo.

Desde el año 1967 - año en el que toda la familia opta por trasladarse en busca de un mejor horizonte - reside en Vigo, ciudad que le ofrece la oportunidad de conocer a personas relacionadas con el arte, apuntarse a la Escuela de Artes y Oficios y visitar diferentes museos, no sólo en la provincia, incluso en ocasiones acompaña a miembros de la familia a la capital de España aprovechando las visitas para ver arte.

En años venideros vive con la ciudad una época de gran ilusión y convulsión –a finales de los años sesenta- la existencia de un grupo musical con resonancia mundial, "los escarabajos" o "BEATLES", que además de introducir un cambio en los esquemas almibarados de la música, aparejan un movimiento de confrontación con los esquemas sociales de la época, quizás esta “revolución” le haya marcado lo suficiente como para que, aún hoy en día, cuando trabaja, se escuche de fondo como suena, en su viejo tocadiscos, alguna famosa canción de los Beatles. También la época de protestas, las del 72, y posteriormente la reconversión naval, etcétera. Llegado el 75 trasladó su estudio a la calle Real (Diego amante de la naturaleza y los animales, se instala en el gran caseron de los números 31-33 –fueron famosos sus gatos: el pequeño y débil Creso, el fortachón y arrogante Ciro y el tranquilo y contemplador Zenón, y sus perros: la inteligente y saltarina Diana y el guardián y fiel Sultán. El mastín, Ton, lo había trasladado a su finca de A Cañiza- crea un pequeño huerto en el patio trasero de la casa, dividido en dos tracitos, en uno cultiva algunas plantas de tomates, pimientos, ajo, cebolla, …., y en la otra, como amante de la medicina natural, plantas medicinales donde no falta la Hierba Buenala Hierba Luisa, el Hortelán…., y por medio alguna planta de perejil, y una de Ruda. En una ocasión expresa su opinión sobre la necesidad de que: “Galicia pode explorar, agora que tódalas xentes nos abrigamos nás cidades, a agricultura natural, aquela que facían os meus abós, e que deixou de ser unha actividade de vida no rual. É preciso, con vistas o futuro desta vella Gallaecia, tela como alternativa para adquirir entidade de seu, constituíndo en si mesma unha filosofía de vida no medio, produción e consumo saudable, e para que non sigan desertizándose esas zonas que tanta delicia nos aportan. Pero para que logo iso exista e preciso un maior coñecemento por parte da sociedade e unha aposta pública polo seu desenvolvemento. Unha mellora na toma de conciencia do consumidor cara este tipo de produtos e o ben que se lle fai a saúde e a vida dás xentes que habian os pobos do noso terruño. Temos, na nosa terra, cousas excelentes que pouco coñecemos ou consumimos e menos exportamos: Os viños Galegos (estes bébense polas tascas, ainda que hay xentes, como Antonio Alonso Fontán, que teñen metido na cachola formar cooperativas que leven a marca dos viños de cada zona, fala algo do orixen); o pan natural – o de Cea, …, mercámolos nás feiras dos pobos-; a mel; as carnes de porco que tan ben se dan na Cañiza -nadie esquece tomar o bocadillo de xamón cando se pasa por esa Vila-; o vacún, o leite,…..; -antiguamente tamén se facía a sidra, temos unha gran variedade de mazás-; as setas galegas que medran por todas as partes; as castañas -¿quén non ten un castiñeiro na súa horta?-. ¿E dos pobos da beira do mar? Destas augas incribles poden sair múltiples productos para alimentación e a saude: dende ás algas hasta as conservas de sardiñas”). En ese año 1975 realiza su primera exposición individual. De ese acontecimiento, Álvaro Cunqueiro, Francisco de Pablos,.…, dejan un extenso e intenso retrato de la personalidad del joven autor, de su obra expuesta, sus vivencias y modo de creación.

Este hombre siempre dispuesto a llevar el nombre de Vigo y Galicia por el mundo, ha realizado múltiples muestras. Son muchas las exposiciones tanto colectivas como individuales que ha realizado Giráldez desde el año 1975; desde ese año su pintura se ha podido ver, sobre todo, en Barcelona y Madrid, además de las importantes capitales europeas y de fuera del continente, pero también en la provincia de Pontevedra y las otras capitales de provincia y ciudades gallegas. La crítica de esa época destacaba la valía artística, especialmente la originalidad, la pulcritud y calidad de su ejecución técnica. Sobre la obra de esos años nos hablan de transparencias en sus famosos vasos de agua, del contexto onírico y de la explosión de colores…., en la que nos muestra la vida del hombre en el rural, los mágicos bodegones con utensilios domésticos, paisajes, animales o personajes que figuran estar fuera de la realidad aparente.

Alos 50 años del nacimiento del pintor, mejor dicho aún no cumplidos los 50 años, inauguró su propio museo, Casa-Museo Diego de Giráldez, que acoge una gran muestra desde la  infancia y juventud del artista. Se trata de la mayor retrospectiva dedicada en exclusiva a su pintura, escultura y dibujos.

En total, esta selección de obras consta de más de quinientas piezas realizadas entre 1962, cuando el artista contaba solo con 5 años y vivía en A Cañiza, su pueblo natal, y abril de 2006, cuando reside en Vigo, su ciudad de adopción. Durante este periodo, Giráldez pintó infinidad de cuadros, incluidos retratos, bodegones, paisages y obras de mediano tamaño, pero también muchas composiciones de gran formato.

La exposición permanente de la casa museo trata de responder a varias incógnitas que existen alrededor de la figura de este artista. Entre los interrogantes se encuentra la creación del estilo NAS, mientras en sus primeras obras encontramos, entre otros aspectos, la idealización característica de su primera etapa.

Nunca antes se habían reunido en un mismo espacio tantas obras de los primeros tiempos de Giráldez, uno de los pintores gallegos más universal, cuyo trabajo, en sus principios, se caracterizaba por el detalle y la exquisitez con que retrataba la naturaleza muerta: en sus bodegones vemos flores, frutas o cacharros domésticos que disputan con juegos visuales salir de la oscuridad de sus fondos. En el recorrido podemos apreciar como se va atreviendo con composiciones más complejas en encuadres desconcertantes en los que aparece la iluminación naturalista que dará paso a una importante creación. Ya en ese tiempo se observa una obra de un atractivo excepcional que le eleva a la categoría de los maestros del bodegón en España y en el entorno europeo.

Para quienes apreciamos el arte de Diego de Giráldez la inauguración del museo fue un día especial. Cuando se cumplía casi medio siglo desde el nacimiento del exitoso pintor que tanta confusión ha creado, tomándole por realista –decía Ramón FaraldoDiego de Giráldez no es un realista, bajo ningún concepto- u otros adjetivos convertidos en generalidad, se inaugura este original museo, donde cuelga una importante parte de su obra, la colección privada. En esta exposición se encuentra la mejor colección de dibujos realizados por el artista, por lo que supone una oportunidad única para poder apreciar y estudiar cómo plasmó el artista su compromiso con la sociedad de aquellos años y con el propio dibujo.

La vida de Giráldez es un ejemplo paradigmático del artista humilde que fue cobrando relevancia y prosperidad a través de su propio esfuerzo y talento. Huérfano de padre desde los ocho años y criado en un ambiente familiar unido por su madre, alcanzó a los a la tempranera edad de los dieciocho años el reconocimiento artístico de su obra. Para luego trasladarse a tierras catalanas y aprovechar una estancia que fue trascendental para su formación y carrera artística, pues en este período, aparte de relacionarse con importes personalidades del mundo del arte y vivir de cerca los movimientos que se desarrollaban al otro lado de los Pirineos, le catapultó a la esfera internacional.

La recopilación de algunos episodios expuestos en estas páginas nos ha llevado su tiempo -los otros fueron más fáciles puesto que están recogidos por los estudiosos de la plástica- han sido indagaciones en el seno de su propia familia y charlas con muchas personas, con las cuales hemos podido dialogar al respecto: compañeros de Diego en el colegio, en la Escuela de Artes y Oficios, amigos vigueses o catalanes, vecinos de sus estudios o de A Cañiza que le vieron nacer, aristas, escritores y poetas contemporáneos de Giráldez, además de coleccionistas y responsables de museos que apostaron por comprar sus primeras obras –viendo que detrás de aquel joven había un gran pintor- y exaltar sus méritos. Todos ellos nos dejaron memorias, algunas borrosas sobre el trato con el artista niño, repetidas hoy en este libro.

En el año 1977 viaja a Cataluña instalándose en Olot con objeto de continuar su formación. Fue ésta una experiencia muy interesante, la de encontrarse con los movimientos que se respiraban en esos momentos y con personalidades de gran importancia en el mundo de la plástica. En estos pueblos catalanes hemos perseverado en buscar datos específicos de los movimientos del artista en los acontecimientos de entonces, también en publicaciones conservadas en las hemerotecas. Hemos hecho contactos con quienes pudieran aportar algo de sus recuerdos. También en Barcelona buscamos los pormenores de la vida de Diego de Giráldez, hoy personaje influyente en las ideas revolucionarias del realismo, en los jóvenes artistas de de los finales del siglo pasado y en los principios de este siglo; de manera que creemos haber hecho un interesante trabajo de campo para completar casi todos los recursos de investigación para narrar la vida y obra de este pintor español y universal.

Diego de Giráldez fue el tercer hijo de don Antonio y  de doña Luz. El padre llegó A Cañiza procedente de la parroquia de Parada, conociendo a la madre, nativa de esta Villa, y años después terminan casándose. Mientras el primero dedicaba su tiempo a la profesión de marino, su madre se encargaba de una pequeña empresa compuesta por un restaurante y una tienda de ultramarinos. Procedente de una familia interesada por la cultura, la educación, la traumatología, …. –era frecuente ver en la casa de los Giráldez bastantes libros, algo infrecuente para la época- , transmite a los pequeños una esmerada educación. En este ambiente se desarrollan los primeros años de la vivencia de Diego, niño. En el que ya aflora el carácter de artista.

Diego de Giráldez, con escasos años de edad, se distinguió como una criatura sumamente paciente e inquieta de espíritu cuando se entretenía dibujando, sobre viejos papeles, con los carbones de la lareira, y juguetón y de carácter suave el resto del tiempo. Siempre rodeando a su madre, con la que le une lazos de profundo amor, por el desbordado afecto que ella le profesa. Aún ya crecido, su diminutivo, para la madre, es el de “o meu filliño”, cuando le menciona a otras personas de la familia. Le orientó en el camino de la rectitud con sentido ético determinado y determinante. Su primer colegio fue el de doña María, en la escuela del Regueiro, y la de don Pedro o la escuela privada de don Luis. Hasta aproximadamente la edad de ocho o nueve años. Dicho centro contaba entonces con capacidad para unos setenta alumnos, donde regía estricta disciplina, forjadora de rigores y obediencia. Diego dejó fama de estudioso. Sobresalió por sus modales correctos y buen comportamiento, mereciendo alabanzas de sus profesores como buen alumno. Alos diez años la familia se traslada a Vigo, donde continúa su vida de estudiante compaginándola con la asistencia a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios.

El medio vigués de la época era de gran ebullición industrial y pesquero y dominaba la influencia de la religión católica, asistiendo a misa con devoción. Prevalecía la educación formal y escrupulosa, dándose prioridad a la urbanidad. La formación moral era preferentemente dirigida por los padres dentro del hogar, en su caso por la madre que utilizaba como medio el diálogo. La madre, de refinada educación y pulcros modales, orientaba a los hijos dulcemente, enseñándoles pautas en un trato hogareño, social y estético, pues era hija de una familia culta, criada con los motivos característicos del ambiente de una familia de buenas costumbres, dicción y manifestaciones.
Cuando asistía al colegio de don Pedro o de doña María, en sus ratos libres se “divertía” dibujando o estudiado en casa con empeño durante largas horas que compartía con ratos tocando la guitarra –instrumento que siempre le gustó, aún hoy hace sus pinitos con la vieja y gastada guitarra-, además hablaba de sus adelantos escolares, únicamente en el círculo familiar, por que era tímido y no le gustaban los elogios aunque fueran merecidos. Su modestia es una cualidad que le caracterizó, y caracteriza, en toda su vida. Contaba diez años cuando oía los entusiasmos del hermano mayor, Evaristo, por su asistencia a la Escuela de Artes y Oficios. Cabe decir que se aplicó en ella tanto, que los compañeros, todos mayores, y los profesores se maravillaban de su disposición para el dibujo. Luego, en poco tiempo el alumno resultó ser mejor dibujante que los maestros, como puede apreciarse en los cuadros guardados por la familia y que ahora se muestra en su casa museo. En ellos se aprecia la gran delicadeza, la soltura y la nitidez de línea.

La adolescencia del artista transcurre en Vigo

En los años setenta del pasado siglo XX, el medio artístico de Vigo era muy bullicioso: las reuniones de pintores y escritos en la Taberna de Eligio eran tan frecuentes como las exposiciones que desarrollaba, entre otros, la Caja de Ahorros Municipal de Vigo. En el caso de Diego de Giráldez habría de agregársele el interés por las revistas y publicaciones que recibía del exterior, enviadas por distintos familiares, con información e ilustraciones con lo último en bellas artes y artes plásticas. Naturalmente, fuera de tales contactos con el extranjero y sus movimientos artísticos, a través de esos medios de comunicación que llegaban con cierto retraso a su domicilio vigués, poco o casi nada le era conocido en cuanto a los trabajos que estaban agitando tanto a América como a Europa en el mundo de las artes. En ese tiempo, conoce y frecuenta un grupo de amigos, artistas y escritores, sensibles a la cultura en general y al arte en particular con los que frecuenta tertulias que le sirven para ampliar, de forma teórica, su intelecto.

Así pues, la trayectoria artística de Giráldez era conocida desde su juventud en ciertos círculos y nada tenía de extraño que al llegar 1975, esta bulliciosa ciudad, recibiera con éxito la primera exposición individual del ya conocido artista cañicense –habia realizado varias exposiciones colectivas-, ansioso de nuevos horizontes, pleno de inquietudes intelectuales, no era raro que le buscasen y arropasen en cita tan significativa para el joven pintor que ya hablaba de la necesidad de la evolución de la pintura realista y que entonces empezaba a indagar algo que luego se llamó Realismo NAS. Creo que parte del éxito de Giráldez debe darse al mérito de aquellos que animaron y prendieron en aquel espíritu inquieto la chispa de la renovación plástica, en sus críticas incisivas, en sus consejos lapidarios e irónicos, iba explícito sacudir las luces de su intelecto y el talento pronto a despertar y convertirse en lo que es: un revolucionario plástico, descubridor de una nueva técnica y estilo artístico en el mundo contemporáneo.

Es de recordar que en los  años 1974/75, también, un pequeño grupo de artistas y poetas principiantes, se reunían en torno a Giráldez, en su estudio del Casco Viejo. Le buscaban especialmente en su casa-estudio, donde las tertulias literarias y artísticas constituían el tema diario; incluso algunos pintores, mayores que él, trabajaban bajo su dirección. Podemos decir que esos artistas habían recibido un legado de arte añoso y caduco, y Giráldez, impulsado por la inquietud y la necesidad de la renovación plástica, conjugando su talento creador y su premura por generar aspectos innovadores en la pintura, era una fuente en la que beber. Eso lo pueden ver aquellos que visiten su casa museo y comprueben como el campo experimental se abre con él, ilimitado; así podemos apreciar en sus cuadros como sin abandonar su línea experimenta en las diferentes etapas de su busca del NAS, desde su inconformidad, desde su ansia por asir nuevas formas, luces, colores, incluso como persigue diferentes corrientes en las que realiza experimentos que nunca pondría a la venta. Febrilmente investigaba con carboncillo, lápiz, tinta, acuarela, óleo, acrílico, pastel,.….,  la mejor forma de plasmar la exigencia de la visión. Diego, en aquellos años, rebuscaba, experimentaba, borraba,.…., hasta satisfacer su anhelo de perfección. En ocasiones se negó a firmar algunas de sus obras, las cuales terminó rompiéndolas.

En su vida artística no aparece ningún cuadro impresionista pese a ser una persona que ama la vida al aire libre y la plasma en sus lienzos, si tiene, de aquella época, paisajes de su pueblo y marinas de Vigo, muy cerca del realismo.

Continúa los estudios y se va formando cultural y artísticamente en sus cuatro grandes pasiones: la medicina, la anatomía, el dibujo, la pintura y la escultura. Con el paso del tiempo y con una sociedad transicionada, el arte reflexiona a cerca de la vida, de lo imaginable e imaginario con total libertad de expresión desde todas las tendencias y estilos, pero eso sí “el arte ya es inseparable del oficio”, ya no sirve manchar por manchar, el “público” cada día es más erudito. En esta pequeña ciudad, la más importante de Galicia, fermentan nuevas ideas y aparece Diego de Giráldez con un nuevo estilo, dentro de su línea, que denomina -Realismo NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo)-, y con una tesis que registra como propiedad intelectual en el Registro Intelectual Internacional. En su obra se distinguen muchos elementos que hacen que se reconozca, a simple vista, entre todas las demás. Su gran familiaridad con la naturaleza, la notable seguridad en la observación de sus mecanismos le permite conocer sus leyes. El interés y un estudio constante de/por la anatomía le sirven como bases para plasmar sobre el lienzo la génesis empírica de lo que será su obra. Como hemos visto al principio, Diego provenía, plásticamente, de sus “experimentos” con carbones de la “lareira” y de su paso por la Escuela de Artes y Oficios, un tipo de escuela basada en poca teoría y mucha práctica, sobre todo en el dibujo. Por lo tanto y hasta 1975, la suya era una cultura autodidacta asentada en la experimentación práctica, en tertulias, en intercambios,..., y condensada en las notas que sobre la naturaleza, la vida de las gentes en el rural, la anatomía,..., iba tomando. También en esta época cultivo el aprendizaje de la escultura, que no abandonará nunca, aunque esta faceta solo la trabajase, en un principio, para su colección particular. Su investigación, siempre dentro de su línea -Diego respeta pero no comparte los modismos temporales y los “plagios” en el arte-, puede venir dada, en parte, para afrontar bien sus trabajos y por el estímulo del clima que hervía en la ciudad, en la que como ya hemos visto, existía una pequeña revolución cultural. Y por otra parte por profundizar en sus conocimientos y aportar algo nuevo a futuras generaciones. Así lo vió F. Vales VillamarínÉ un neno, como diría Xesús Ferro e Ramón Otero Pedrayo, un rapaz con gran sona de pintor dunha xeira nova. Diferente, érguese hoxe por a valencia propia, non por academismo ou imitación. O seu, e nunca mellor dito, realismo, xa reclama a nosa atención no presente….

En 1967, como hemos visto, con sólo 10 años comienza sus estudios de dibujo en Vigo, en la Escuela de Artes y Oficios y con diecisiete años realiza su primera exposición individual, transcurría el año 1975, después de haber mostrado obra en diversas colectivas. Posteriormente se traslada a Cataluña, al pueblo de Olot, para profundizar en su vocación investigando la materia y la anatomía, al mismo tiempo que conocía importantes pintores y se empapaba de las corrientes artísticas que recorrían Europa en aquellas fechas.

Aspecto físico y años de actividad.

Físicamente, como puede apreciarse en algunas fotos de aquellos años, Diego era un joven atlético-practicaba algún deporte relacionado con las artes marciales y aprovechaba, con cierta frecuencia, los atardeceres para correr y nadar una hora en las playas viguesas- de cabello negro, un tanto largo; ojos negro soñadores y labios bien trenzados. Educado; de grata personalidad –un tanto introvertida-; pulcro y controvertido en el vestir casi siempre de oscuro; camisa de lino azul y gorra marinera también azul. Un tanto introvertido –como hemos dicho-, silencioso en ocasiones –le gusta escuchar-, incluso de vez en cuando se recluye en la soledad -con cierta frecuencia visita su pueblo natal para dar solución a su investigación sobre la materia y a la creación sobre la que trabajaba y que a veces le inducía a refugiarse en el aislamiento-, es recordado por vecinos, que le solían visitar en ocasiones, como un joven contemplado la naturaleza, meditando, leyendo, o volcado en el caballete. Siempre educado, se levantaba o acercaba para saludarles. Luego doña Luz, su madre, que siempre le acompañaba, se acercaba y con prudencia conducía amablemente al vecino o vecina de turno a alguna parte de la casa alejada de la zona ocupada por el pintor y le invitaba a unas pastas, a fin de no interferir en las lecturas, creación o cavilaciones del hijo querido.

Naturalmente, Giráldez gozaba de ratos alegres y festivos, propios de sus años, como lo demuestra su asistencia a fiestas del pueblo y de Vigo, así como a cines y locales propios de la juventud, donde siempre le esperaba alguna amiga, especialmente frecuentaba a una chica de la zona del Berbés. Solía reír y bromear con cada una de ellas, pues, como era natural a esa edad, él y sus amigos no sólo trabajaban en la plástica, sino que se divertían y salían de juerga. Era y es sobrio en la bebida –su bebida preferida es el agua con unas gotas de limón o la leche; mientras los otros se daban a la borrachera, Diego los acompañaba divertido; pero como detestaba la vulgaridad, seleccionaba discretamente sus aventuras. Su desapego a tales desórdenes se puede interpretar como entrega plena al arte con el cual estaba obsesionado, según lo expresan los que le acompañaban en esas épocas.

Algunas de esas amigas las pintó con frecuencia. En aquellos años setenta también pinto a su hermana menor, de notoria belleza, la cual convivía con él y su madre, en la calle Real, situada en el Berbés -nombre que aún se conserva en la zona de la ciudad, actualmente en proceso de urbanización- era tan grande su vivienda que lindaba con varias calles, vendida hoy para ubicar el Registro de la Propiedad. Algunas veces cuando iban a visitarle muchachos pintores, los atendía la hermana. Les servía excelentes chorizos ahumados, así como cerveza que subía del bar La Fecha o vino de la aldea. Ellos aprovechaban llevar sus útiles para dibujo o pintura, y practicaban con bellezas que posaban para el artista. En las paredes del soleado y acortinado salón colgaban cuadros del artista y sobre unos trípodes colocados en uno de sus vértices, unas enormes pajareras construidas de forma artesanal por uno de los hermanos del artista,  en las que había pájaros de distintas razas y mil colores, incluso un jilguero amaestrado al que su madre le habría la puerta y le indicaba que pasase a la ducha, una vez terminada la tarea le ordenaba volver a la jaula; las lámparas, también artesanales, eran muy originales y estaban hechas por restos de molduras. Un gato negro, Zenón, presidía las reuniones desde su particular trono, desde el centro de la mesa de dicho salón, escoltado por una pequeña escultura y a la sombra de las flores que descansaban en antiguos jarrones. En ocasiones los tomaba de modelos; tanto las flores como los jarrones, escultura o el propio Zenón. Cuando declinaba el sol bajaban a jugar al futbolín o al billar y practicaban un poco; otras veces descasaban en el balcón, mientras algunos fumaban cigarrillos comprados en La Piedra o disfrutaban del exquisito sabor del tabaco de pipa los otros observaban el río de gente que entraba y salía de los distintos establecimientos que desarrollaban su actividad en la “calle de los vinos”. Aunque Giráldez nunca tuvo la tentación de fumar. Como siempre, hacia las diez de la noche, los que le visitaban abandonaban su domicilio.

Durante los años setenta se gestaba en él un gran anhelo de llegar a la cumbre. Fueron años de gran actividad, de explosiones internas, vibrantes; en ocasiones irritantes, siempre creativas que atormentaban constantemente la inquietud de su espíritu. Unos tras otros salían los cuadros de sus manos con trazos decididos, estudiados, captados por ese maravilloso don de la percepción del artista. Vehemente plasmaba figuras, bodegones y paisajes como si fuesen pequeños escalones ascendentes hacía la perfección y el triunfo, por que huía de la mediocridad; no deseaba ser uno más, sino dejar una obra de proporciones universales en los altos cánones de la estética. Así empezó a crear el estilo NAS.          

Con empeño y constancia inquebrantable trabaja incansablemente para alojar obra en multitud de exposiciones por toda España y Portugal. Sus obras visitan las grandes capitales del arte del viejo continente, Roma, París, Zurich, Ginebra, Barcelona, Madrid, Lisboa, Oporto ………

En 1968, gana distintos premios de dibujo –tanto dentro de la misma Escuela de Artes y Oficios como fuera de ella. Diego nunca fue partidario de competir en el arte, pero fue presentado, pese a sus reticencias, por profesores de la misma escuela y por su hemano mayor.

Trancurría 1970, y a partir de ese año es normal verle en distintas exposiciones colectivas.

En 1975, como hemos comentado, realiza su primera exposición individual, en Vigo.
A principios de 1975, dedicado casi enteramente al arte, sigue instalado, en compañía de su madre, en la calle Real, pero amplía su estudio a la calle del Principe –en el centro de la ciudad, contiguo al de otro pintor: Laxeiro-, destinado a estudio taller de pintura, el grupo de amigos artistas reanudarían sus sesiones hasta su marcha a Cataluña.
En ese año comienza su verdadera andadura artística y conoce las primeras críticas de Álvaro Cunqueiro, Francisco de Pablos, Antón Castro, Enrique Gómez,...“Este realismo detallista, primoroso, pulcro y ordenado tiene en sus obras figurativas, paisajísticas y bodegones una especie de equilibrio entre la delicadeza y la serena austeridad. Tiene también ciertas reminiscencias abstractas, surrealistas y naturalistas incluso en sus cuadros más realistas....”. También por esa época conoce a personajes como Xosé Filgueira Valverde, que fue la persona que aconsejó la compra de su primer cuadro por el Museo Provincial de Pontevedra, uniéndole hasta el final una sana amistad - al igual que con Álvaro Cunqueiro -. Con el paso del tiempo, Filgueira Valverde, escribiría: “... Din algúns que este pintor e un mestre que deprendeu o oficio dende pequeno, que sabe como manexar o pincel, o lápiz e a paleta. Eu vexo unha obra coma as mellores da nosa terra: clara, limpa, con esa luz -Luz a nai, Luz a aboa- da nosa vida labrega...”.

Con Álvaro Cunqueiro hace una gran amistad, visitando, este, con frecuencia su estudio de la calle Real y Diego el despacho de la calle Carral y la vivienda en Marqués de Valladares. Quizás Álvaro haya sido uno de los primeros en descubrir el talento artístico de nuestro pintor, cuando dice: “... Para ser pintor, hay que nacer, hay que soñar durante moito tempo, hai que atopar un estilo coma el, non son os mais listos, os licenciados, os que o atopan, algunhas veces son cáseque nenos como Diego que saben de labregos, de ovellas e carneiros, de carballeiras e capóns -eses galos de crestas vermellas que matan o basilisco-, desas alaceas e lareiras, desas froitas que se lle poden adiviñar os vermes dentro. Eu para ver os seus bodegóns non teño que haber xantado. Teño que vir en aiunas, e daquela poido carregar o meu maxín da poesía que emanan...”.

Hace amistad con José Otero Abeledo “Laxeiro” y otros pintores de la época, con “Laxeiro” la conserva hasta el final, no en vano uno de sus estudios actuales, en Vigo, está en la buhardilla que este pintor, fallecido, utilizó en la calle del Príncipe nº 26.

A partir de 1977, expone en la más prestigiosas salas de toda España, se había trasladado a Cataluña donde conecta con relevantes personalidades del arte, pintores en el Colegio de Bellas Artes de Olot,..., y nombres importantes como Antoní Pichot, Gala, Salvador Dalí - al que visita con frecuencia-,..., críticos de arte como Víctor Gay, los de La Vanguardia,..., que elevan su obra y su prestigio.

He ahí al inquieto artista abandonando el calor del hogar y la ciudad para embarcarse en la aventura catalana. Subió al viejo tren con asientos de madera, mientras el grupo de inseparables amigos artistas le despedían cantando “adiós con el corazón…”,  embargados de tristeza y alegría a la vez. Impartían recomendaciones, abrazos y bromas, convencidos de que quizá fuese el comienzo de la desintegración del grupo que giraba en torno a la figura plástica gallega que se ausentaba por una larga temporada.

Llegado a Cataluña se encontró con un movimiento artístico un tanto revolucionario, extendido por Europa, dándose a conocer por medio de exposiciones individuales y colectivas en galerías privadas,……… Parte de todo esto, Giráldez ya lo conocía de forma teórica, tenía cierto nivel intelectual e información por medios especializados enviados por familiares. En este ambiente se desarrollo el Giráldez  de la época más luminosa.

Pocos meses atrás, Giráldez era considerado un visionario dentro de su fecunda condición de artista, dedicado apasionadamente a su quehacer artístico; a plasmar en el lienzo lo que el ojo captaba, pleno de luz -luz propia, diferente- algunas veces; vibrante de color otras, tonos suaves y grises, negros y blancos,…; la mayor parte sombríos, oscuros, inquietantes. Al crear daba lo mejor de sí mismo: alma, poesía, todo su sentimiento, por que odiaba la mediocridad. Comprobables en obras de la época. No era ni es un hombre normal en el sentido de su genialidad. Compañeros de las clases de dibujo comentan que les dejaba a todos sorprendidos con sus teorías y observaciones, “mientras pintábamos. Hablaba lo necesario y sin jactancia sobre sus conceptos estéticos y apreciaciones, que compartía con nosotros”. Una demostración más de la gran generosidad que le caracterizaba en diferentes aspectos de la vida, y como era natural, “le adornábamos y tomábamos sus palabras como savia doctrina, que nos servía para crear nuevas formas y buscar rumbos a nuestras inquietudes”.

Diego de Giráldez es una persona auténtica en su pensamiento, que pinta aquello que siente y su obra le corresponde evidenciando su genio. Su rica paleta nos muestra colores lóbregos, azules, verdes, blancos, marrones, tierras tenebrosas en contraste con u cielo negro, en ocasiones nublando,……... Le agrada que el azul o el rojo perforen los cielos desde los vértices, para depositar los reflejos de luz sobre los objetos o personajes.

Volviendo al viaje, pisa la tierra catalana con esperanza y cierta euforia, contento de saberse ya en el suelo de los dalís, gaudís,….., de las aguas de temperatura suave del mediterráneo, el idioma….., portando una pequeña maleta y un voluminoso equipaje de sueños. Visita la Plaza de Cataluña, las Ramblas de la flores, la  Barceloneta, ……, galerías, museos, …., queda absorto, sorprendido, aturdido ante la Barcelona acariciada en conversaciones lejanas, que se le abría estupenda, soberbia, aplastante. Coincidió con visitantes ocasionales de museos, jóvenes de ambos sexos, de distintas partes de España y Francia, casi todos del medio inquieto del arte. Encontró habitación en una casa de gallegos que vivian en una calle cercana a la Plaza de San Jaime (Plaça de Sant Jaume), en la que como vecinos, por unos días mientras no se traslada a Olot,  tenía a otros estudiantes de arte. La amplia habitación constaba de dos partes, una como dormitorio y otra una terraza acristalada, por lo que le sirvió como vivienda-estudio durante la semana que permaneció en la ciudad.

Llega a Olot. Sus amigos le habían recomendado el pueblo de Olot, por la escuela: allí habían seguido una línea aperturista que la llevaron a tener cierta fama y por lo cual asistían muchos alumnos inquietos e interesados por ver lo que se estaba llevando a cabo por otras partes, Además, se decía entonces, hacían partícipes a sus alumnos de la libertad cromática y expresiva; en los nuevos experimentos en el desenvolvimiento artístico,…….

En poco tiempo conoce a los profesores de esa escuela de bellas artes, también conoce a Dalí y otros pintores importantes de la época. Realiza una exposición en la que deja al descubierto lo espiritual en el arte, que produce un impacto de gran efecto en el medio artístico.

Diego de Giráldez, durante su estancia en Cataluna,  tuvo la oportunidad de charlar sobe las teoría y observancias que sobre la pintura realizaban aquellos grande pintores, estando de acuerdo con la mayor parte de las opiniones de Dalí, Antoní Pichot, …., pareciéndole originales, así lo comenta en carta a su hermano mayor Evaristo.

Invadido por oleadas innovadoras palpables, Girálde encauzó su apasionado ritmo ante el caballete, y muy pronto se acopló –adaptabilidad propia de la juventud- al frenético ambiente artístico, pleno de conceptos surrealista que representaban variedad de corrientes en las que trataban de unirse algunos artistas a fin de hallar un arte relativo a las inquietudes de su tiempo. Se sentía identificado con el ambiente conocido desde su infancia por las narraciones añorantes que contaba su padre al regreso de sus viajes por las distintas partes del mundo, entre ellas Barcelona, y le parecía que su presencia le acompañaba por doquier.

Le habían presentado Dalí, que andaba muy entusiasmado con el teatro y museo personal, levantados sobre su casa natal en Figueras, donde tenia lienzos colocados por todos lados, dando fe de la incansable busca pictórica de aquel bohemio; pero a Giráldez, afectado por esa misma pasión, no lo sorprendió tanto afán. Durante su estancia continuó la amistad con él, con su esposa Gala -que ya manifestaba algunos síntomas de su enfermedad- y con el grupo de maestros y alumnos que componían un grupo importante de creadores y con los que se reunía casi diariamente, en tertulias que se prolongaba hasta avanzadas horas de la noche. Hablaban, cada uno, del ambiente en el que había crecido artísticamente y nutrido efectivamente; del momento y los cambios que vivían España y Europa, en lo referente a las artes. Hoy en su Casa-Museo reúne una parte de su trabajo en esa comunidad autónoma que nos sirve para entender la evolución de la plástica de nuestro artista gallego en los finales de los años setenta del pasado siglo XX.

Se multiplican sus exposiciones. En Madrid las visitan: Ramón Faraldo, Santiago Amón,..., a estos dos críticos le llega a unir, con el pintor, una verdadera admiración por ambas partes. Hasta el extremo de comentar:“Si me preguntase ¿Qué cuadro debería incorporarse, ya, al Museo del Prado?. Seguramente me respondería que “El Cristo Hombre de Diego de Giráldez”, de este autor,...,”cuadro que tan bien ha sabido ver el prestigioso crítico Ramón Faraldo cuando dice:“Te confunde quien te llama realista, sino fueses más que eso yo estaría en otra silla,¿A quien te pareces tú? A nadie, que yo conciba. Tú te pareces a ti. ¿Y tú Cristo - Hombre? Insisto en esta obra de gran envergadura que ofrece una novedad dentro de la pasional tradición de las crucifixiones. Esa cruz, que nadie se ocupó de ella. Tú nos haces ver que ella no tuvo la culpa, que ella iba para mástil de barco, leña de lareira o pie de bandera, pero los hombres la condenaron a eso, a ser cómplice del deicidio. Y esto no lo vio nadie. Ni Valdés Leal, ni Grunewald, ni Salvador Dalí,...”

A Diego de Giráldez,-que hoy día está expuesto en más de cien prestigiosos museos de todo el mundo, en importantes colecciones privadas e institucionales y que ha sido seleccionado para la “Expo Universal 98” de Lisboa, entre los dos pintores que representan a cada nación, en este caso a España, siendo al mismo tiempo la primera vez que seleccionan a un pintor gallego-, tuve la suerte de visitarlo en su estudio de la calle Real, hace años, en compañía del gran crítico de arte, malogrado en accidente de aviación, Santiago Amón quien me dijo: “... Diego es ya uno de los grandes del realismo español contemporáneo”, luego hizo una extensa crítica, para el medio con el que yo colaboraba en esa época, y que en alguna parte se manifestaba a manera de un sugestivo ensayo y de donde recogemos algunos fragmentos que aparecerán a lo largo del libro, empezando por este: “Realista exacerbado, donde encuentra la implicidad de su poesía. En su obra se reencuentra con lo intrínseco, con las cosas mismas, y las traslada a la faz incitante del lienzo con precisión lírica. Diego de Giráldez, sabe que el arte es absolutamente inseparable del oficio. Sabe también que el blanco más blanco nace de la explosión comunitaria de todos los colores, y que el negro más negro surge cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris. Pintor sorprendente, creó un estilo dentro de este nuevo realismo que denomina NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo)”.

En 1980 le seleccionan para formar parte de la muestra “Maestros del Realismo Español”, a partir de este año es normal verlo, escucharlo y leerlo en distintos medios de comunicación, revistas especializadas, libros,..., sus obras están en Museos, Diputaciones, Gobiernos Autónomos, Ayuntamientos, Cámaras Municipales de Portugal, Bancos y Cajas de Ahorros, importantes colecciones privadas,.... Recorre, con exposiciones individuales Europa, sobre todo España y Portugal, aparece también en colectivas: Lisboa, París, Ginebra, El Cairo,..., los críticos se hacen más, si cabe, eco de su presencia: Santiago Amón, “A partir de la exposición ‘Maestros del Realismo Español’. Las obras de Diego de Giráldez son de un nuevo realismo, del óleo y tintas se pasa a una técnica mixta..., con un gran equilibrio entre la sensibilidad y la técnica, con una pintura muy elaborada,.... En el transcurso de poco tiempo hay una actitud positiva del público y quién sabe si de los críticos, así como de los coleccionistas, importantes, de arte que empiezan a fijarse en su obra..., empieza a vender sus primeros cuadros para buenas colecciones privadas e institucionales, a participar en interesantes exposiciones de pintura española en España y el resto de Europa, proliferan las muestras individuales en relevantes galerías... y se producen las primeras adquisiciones de obras suyas por parte de museos...”.

En 1981. Figura en algunos libros como el de Pablos, Francisco: Plástica gallega. Vigo, Caixavigo, 1981. En aquellas épocas otros críticos se hicieron eco de sus exposiciones: Miguel Gil, Victor Gay, Jesús Rodríguez, César Valença, Trapero Pardo, Francís Vicents,….., o Richard Arnold que nos dice: “... La pintura de Diego de Giráldez es la de un gran maestro del “realismo”, con un manejo único del claroscuro, con un universo de gran originalidad, en algunos cuadros un tanto barroco, con figuras que semejan flotar en un espacio de radiaciones de silencio poético, donde bolas de cristal como áureas transparentes aparecen preservando un mundo dentro del propio mundo, de la propia biología del cuadro...”, Enrique Gómez: “Diego de Giráldez que, ya, en Marzo de 1980 fue seleccionado para la exposición “Maestros del Realismo Español” con Antonio López, Eduardo Naranjo,..., sorprende por su exquisito lenguaje y poético sentido con un soberbio terminado que caracterizan a las obras maestras.... Para mí, Diego de Giráldez, es uno de los nombres significativos en el arte contemporáneo, su obra denota una elegancia austera y da la sensación de que nos encontramos ante el mayor equilibrio de sensibilidad y técnica que nos hace ver una pintura inteligentísimamente elaborada”, Antón Castro nos habla de: “Dimensión poética de la realidad. Sin lugar a dudas, Diego de Giráldez es ya, y por derecho propio, uno de los grandes pintores de la realidad que bebe en el ancestro poético de tintes bucólicos” y Francisco Pablos que nos dice: “Su obra es un capítulo aparte en la pintura española contemporánea, que da a este pintor la calidad de maestro del realismo. Un realismo diferente, de poética implícita, de imaginable y cuasi imaginario misterio”

En 1982 registra su creación, el “Realismo NAS”, y recibe sus primeros encargos importantes: museos y coleccionistas privados demandan sus pinturas y esculturas, como El Cristo-Hombre, pieza que le abre la puerta del circuito del grupo de grande pintores del arte contemporáneo. En ese año, Pablos, sigue diciendo que: “... su obra va ganando noticia, fama y atención allende las fronteras...”. “... termina -EL CRISTO HOMBRE-, obra de gran envergadura, justo parece destacar, al lado de la virtud poética e histórica del cuadro, el carácter de proeza técnica, la condición de madera de esa cruz que la secunda sin deidad, el cristo –el hombre de rodillas-, cabizbajo, la voluntad sin freno del ejecutor y el oficio que recorre la obra de punta a cabo, tras una génesis empírica, paciente, gradualmente vivida por el creador hace a la postre, a los ojos del observador, una obra magistral”.

Sobre esta obra, el autor, Diego de Giráldez nos dice en este año 1982: “Graznando rompí el cristal / y te vi pueblo de la sociedad por abajo, / Te grité y te pinté, / así también por donde la piedra desnuda de la calle rompe / tú quedas..../ De los brazos, la madera y el cristal, / el hombre.... / De la cuerda las ataduras de las muñecas. / Blanco... ligaduras de la frente y cintura, tristura / cabizbajo de rodillas es el hombre... / de las “tierras quemadas” debajo / quemada su piel con suficiencia / por los golpes de sol y de trabajo. / Hoy el negro, silencioso, se apodera / de mí la noche entreabierta, / interpreté colores de los colores. / La noche es un conjunto de colores / que acecha con caras de luces / que juegan a fugarse aún sin manos.”

Nos recuerda Ramón Faraldo en “Recuerdos”: “... recuerdo una noche de verano, no sé si de plenilunio, o noche de primavera tardía o de otoño naciente, sentados en una mesa de mármol en La Cañiza, en compañía del colega, y sin embargo amigo, Enrique Gómez. En esto, una sonrisa y unos ojos brillantes se apoyaron sobre mi rostro, y te tuve ante mí. Me hablaste con la sencillez y sabiduría que te caracteriza, con esa falta de presunción y, en todo caso, concluiste - que tú obra y la de cualquier artista no es cuestión, simplemente de oratoria, de verbo, es más, si cabe, de biología de la propia obra, que sepa defenderse por sí misma-. Noche, febril, que más bien parece incendio que noche, te ha traído a ti, amigo mío, cargado de sensaciones, de cosas de mí interés, y del interés ajeno, pero para satisfacerlo se necesita la escritura, la palabra, el verbo. Eso traías en tú sonrisa, en el brillo emergente de tus ojos, en tú serenidad, sé lo que quieres decir, pero hoy vamos a hablar en el verbo fundamental para transmitir a la continuidad de la especie. Perdóname, Diego, y cuando lleguemos al “más allá”, considera si lo que alcancé a penetrar en el complejo persona-obra, que lleva tú firma, compensa el que no profundice en tú tesis, de esta noche, que entiendo. ¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez en aquella galería de Madrid? Tú catálogo: “Diego estudió pintura y escultura... “. Te pregunté ¿Pintor o escultor? Fue aquella la primera gran realización de tú mano que conocí. Me di cuenta, de gallego a gallego de escritor a plástico, que por merecimientos que todavía desconocía, estaba en tú enigmática exposición, incógnita exposición madrileña, también me di cuenta de que, quienes te seleccionaron, habían encontrado un nombre que añadir a la plástica española. Me di cuenta que estaba ante una obra intemporal e internacional de sorprendente acabado,....”.

Expone constantemente. La exposición de Ginebra es visitada por importantes personalidades del mundo de la cultura, así como por gallegos residenciados en la ciudad. Se escribe: (Traducido). “Diego de Giráldez es un pintor, escultor y dibujante “gallego”, español. Su reconocimiento se está haciendo tardío, pese a su juventud, y en poco tiempo será universal. Para mi es ya una imagen universal del arte, desde su creación del “Realismo NAS”. Con sólo 25 años, edad que figura en el catálogo de esta exposición en Ginebra, se presenta con una extensa obra –que a decir de los críticos- reconocida por ser original y diferente. Vista su obra, Diego de Giráldez, será considerado el artista vivo originario de Galicia más reconocido. Porque cualquiera de sus cuadros llevan impresos un original y propio estilo -le dan el nombre de NAS- que yo denominaría "Giraldismo". En todo caso este estilo le confiere una identidad inconfundible”.


En 1984, y hasta 1986, el Dr. Antonio P. Lamela, Diego de Giráldez y Valentín Paz Andrade realizan distintos actos por tierras portuguesas y gallegas sobre la figura de Castelao.

Don Antonio P. Lamela, doctor en economía, enseñanzas sociais y otras materias. Profesor de la Universidad de Lisboa en diferentes disiciplinas; D. Valentín Paz Andrade y Diego de Giráldez realizan varios actos, sobre la figura de Castelao, en: Lisboa, Vilanova de Gaía, Caminha, Viaña do Castelo, Santiago de Compostela, Redondela, Vilanova de Cerveira,….. En algunos de ellos (A nossa lingua floresce em Portugal. Sempre en Galiza Castelao,…..) el Doutor Lamela presenta al pintor como: "O meu amigo Diego de Giráldez, un artista invulgar e excepcional con infinitas felicidades e con palavras de Castelao......

Refiriéndonos al acto del monumento, en Portugal, en la Praça da Galiza de Viana do Castelo, la prensa decía “foi colocada a primeira pedra do monumento a Castelao, procedendo a colocaçao da pedra por Valentín Paz Andrade, …..

Otro acto, el de Vilanova de Cerveira, fue realizado por el Dr. Antonio P. lamela y Diego de Giráldez -presidido por el Ministro da Cultura de Portugal-, se llevó a cabo en el salón plenario de la Cámara Municipal de Cerveira, corriendo la apertura del mismo a cargo del Presidente de la Cámara. Antes habían sido recibidos por dicho presidente, con todos sus vareadores, y la banda de música municipal, en los jardines delanteros de la Cámara. A este acto asistieron, invitados, relevantes, importantes artistas de todo el mundo.

También acompañó a Valentín Paz Andrade y al Doutor Antonio P. Lamela, con el Ministro de Cultura portugués, en la Comissão Galega do Acordo Ortográfico da Língua Portuguesa.


En 1990. Empiezan a aparecen los primeros libros monográficos sobre su obra:

Varios autores: Diego de Giráldez. Un pintor para el mundo. Asoc. Gran Vigo. 1990.

Pablos, Francisco: Diego de Giráldez y su realismo. Pontevedra, Diputación Provincial, 1990.

Faraldo, Ramón: El mundo de Diego de Giráldez. Lugo, Diputación Provincial, 1991.

Gómez, Enrique: Diego de Giráldez. La realidad y su espejo. Editorial Nigra, S.L., 2001.

Así hasta 32 libros que, hasta el momento, componen su bibliografía.

En 1991 se le encarga de la inauguración de la Casa de las Artes de Vigo, con una exposición antológica que cosecha un gran éxito entre los eruditos y visitantes, a los que no les pasa inadvertido el talento de este pontevedrés y gallego universal.

Gracias a su habilidad como retratista, se le abren las puertas de importantes personalidades, algo que marcará una etapa de su vida y como no, de su pintura. Con ellos comparte momentos extremadamente fructíferos que le van dando empaque como artista y como persona.

En 1992Lalo Vázquez Gil (periodista, escritor y cronista oficial), (con motivo de la exposición de 1992 en Valladolid) tituló: Diego de Giráldez, un pintor filósofo realista“Hace algunos años - estaba yo en Valladolid-, algunos amigos me dijeron que exponía un gallego excepcional, una colección pictórica realista, surrealista o “casi”, que no dejase de verla y que les diese mi opinión. Un profesor vallisoletano que había dado clases en un Instituto de Vigo, me dijo que era “onírico”. con lo que se acercaba, evidentemente, al surrealismo y que ¡ era vigués ¡ (“¿ Lo conoces ?” “Debo conocerlo”. Y enseguida añadí: “Si es, si pinta como dices, seguro, seguro que es Diego de Giráldez”. Y lo era. Allá me fui y aunque no estaba en la sala gozamos y comentamos su pintura y estuvimos filosofando y lucubrando en torno a su obra. La muestra era verdaderamente excepcional y se celebraba en la acreditadísima sala del Centro Gallego, sociedad cultural, artística y difusora de todo lo gallego, con amplias miras, de gran prestigio en los medios entendidos y cultos de la ciudad de Felipe II. No me extrañó que la exposición alcanzase tanto éxito en una ciudad conocedora del buen arte. Jamás me defraudó Giráldez en ninguna de sus salidas. Y aquí menos - en Valladolid -, porque todo el mundillo artístico se hizo lenguas de su buen hacer - y así presumieron sus amigos y sobre todo los gallegos - vallisoletanos”-. Todos los visitantes entendieron el arte de Diego de Giráldez, que transciende más allá de lo gallego para hacerse universal en ese mundo de símbolos que introduce en su obra con pinceles de paciente pintor, de medidor, sin prisas, del tiempo, del último detalle visual, hasta alcanzar esa perfecta realidad no exenta -sin embargo-, de su huella personal intencionada. Porque el pensamiento, su sentir, sus deseos, sus ideas, sus mensajes, sus secretos, Giráldez no los expresa solo con sus representaciones, con la composición extraña, filosófica, a veces tétrica o advertidora de que hay un mundo esotérico y exotérico. No. Giráldez lo manifiesta, también, con la exactitud de visión y de plasmado material, a propósito, situándose fuera de las órbitas de la moda -algunas ya demodés-, en un punto que ha querido escoger a conciencia -sin encasillamiento absoluto y en el que se mueve por convicción. Así, sus figuras, esos cristos extrañamente crucificados, esos paños, esas aves, esos objetos vulgares -enriquecidos- van más allá de la materialidad ya simbólica tópicamente sí misma y se transforman en algo más sublime porque Giráldez las conjuga y las envuelve, invirtiendo y trastocando su significación iconográfica. Y ahí esta la dificultad para entender la pintura de Diego en su simplicidad. Hay en sus cuadros algo que nos inquieta, que no llegamos a entender absolutamente....”.

En la última parte de la década del siglo XX, en 1998, vive otra fecha histórica en su vida artística: es seleccionado para representar a España en la “Expo Universal 98” de Lisboa. Es la época de los retratos de “bellas señoras”.

En 1998 es seleccionado, como uno de los dos pintores que representará a España en la “Expo-Universal del Arte” en Lisboa, de lo mucho que se ha escrito sobre este acontecimiento se me ocurre traer a estas páginas el título con el que Francisco de Pablos encabezó una extensa crónica en Faro de Vigo“Diego de Giráldez, una estrella plástica en la “Expo’98” de Lisboa”, creo que con esto queda todo dicho, no obstante recogemos párrafos de artículos de la prensa de Vigo:, -no lo hacemos con los medios portugueses, resto de Europa y resto de España, por razones obvias de espacio-.

La Voz de GaliciaLa Exposición Internacional de Arte, que se celebra este año dentro del recinto de la Expo Universal 98 de Lisboa, ha seleccionado a Diego de Giráldez como uno de los representantes españoles dentro del certamen plástico....”. “Giráldez es uno de los dos creadores españoles seleccionados para este certamen que muestra las creaciones de dos autores por cada país....”. “El artista, afincado en Vigo, expone sus obras en la “Expo Universal 98” de Lisboa.”.

Faro de Vigo“... El pintor vigués de adopción cuyo reconocimiento lo certifican datos como que cuadros suyos estén ya en más de 90 museos españoles, además de otros en el extranjero: Diego de Giráldez. En la Expo 98 de Lisboa estará también su obra en una muestra conjunta con otros artistas, de todo el mundo, seleccionados de países como Italia, Japón, Portugal,...”. “ Sólo dos artistas por país figuran en la excepcional muestra en Portugal” “ Entre los acontecimientos culturales que ofrece la Expo 98 de Lisboa, el último certamen del milenio en su carácter, está la Exposición Internacional de Arte, para la que se han seleccionado artistas famosos de todo el mundo, y únicamente dos por cada país representado. Por España, uno de ellos es Diego de Giráldez, gallego, residente en Vigo, donde tiene su estudio y trabaja habitualmente...”. “... su obra esta expandida por todo el mundo”, “... están en diversos museos y colecciones particulares...”.

A partir del año 2000 hay un cambio que deja una profunda huella en su arte, dando una sensación de un aislamiento, temporal del exterior y una concentración en su espíritu, dando muestras de utilizar, si cabe, más la imaginación en una crítica a una humanidad llena de diferencias. Pintura que reserva para su colección privada y para los encargos del Vaticano. Esta temporada marcará profundamente su arte, incluso se la puede catalogar como la época pesimista y espiritual.

El Vaticano y Diego de Giráldez

Una de las personalidades más interesadas por su obra fue el Papa Juan Pablo II -durante su Papado se adquieren varias obras- que le dedicó varios escritos y bendiciones que le impartió personalmente para ponerle “bajo la protección de Nuestra Señora de A Franqueira”. Ahora, el actual pontífice, Benedicto XVI, también se interesa por sus cuadros: Adquieren dos nuevas obras que se encuentran en el Vaticano.

Comentaron algunas fuentes de la Iglesia -en la entrega de una de sus obras- sobre un cuadro de la Virgen: “…una Madre piadosa y poderosa, que es capaz de proteger a todos sus hijos, por eso hoy bajo la mirada firme y bondadosa de la Madre, le mostrareis vuestras debilidades y necesidades para que ella desde su poder os ayude. En esta obra fue capaz de captar toda la plenitud de su Santidad, representando en ella el poder del AGUA: energía, misterio y vida…… Queremos expresar nuestro profundo agradecimiento a D. Diego de Giráldez por el magnífico cuadro que ha elaborado y las reflexiones que nos ha dedicado a partir de esta obra”.

PALABRAS DE JUAN PABLO II A DIEGO DE GIRÁLDEZ.

Pedimos al Señor que le conceda la gracia de vivir cada día, con alegría y esperanza la vocación a la que ha sido llamado, en el ejercicio de su profesión, entregándose con esmero a esa noble tarea desde la que puede transmitir admiración por la estética y favorecer el cultivo de las actitudes éticas y de los valores espirituales que constituyen la realidad más noble y profunda del ser humano ya que  la belleza es llave del misterio y llamada a lo trascendente.
Encomendando al Señor y animándole a continuar haciendo de su vocación, la pintura, un instrumento de transmisión de los grandes valores humanos y espirituales”.

Con motivo de la entrega del cuadro “Virgen de A Franqueira-Virgen de la Fuente”, el Papa agradeció: “…..Con vivos sentimientos el Santo Padre confía a Usted a la protección maternal de Nuestra Señora de la Franqueira”.

A partir de 2001, dentro de su creación NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo), sigue renovando constantemente su técnica pictórica. A los cuarenta y nueve años, en 2006, inaugura su Casa museo en A Cañiza, donde trabaja a parte de la pintura la escultura, grandes retablos donde da rienda suelta a su imaginación y decora las paredes de su Museo con dibujos y pinturas de su colección.

La creación en el estudio de la casa de A Cañiza –la que luego se convertiría en "Casa-Museo del pintor Diego de Giráldez"- es compartida en sus talleres de Vigo: Calle Urzáiz –Zona peatonal del Calvario-, Calle del Príncipe y el de la Calle Real –en el Casco Viejo, edificio de Araujo, que fue donde estuvo el gobierno político de la Provincia de Vigo, durante el Trienio liberal (1820-1823)-, o los de Cataluña, Madrid y París donde continua pintando, cada vez con una técnica más innovadora.

Realiza varios autorretratos, en unos se reconoce su físico, mientras en otros, que son de un surrealismo total, le muestran irreconocible a no ser por sus ojos negros y vivos.

Considerado por los críticos de arte, coleccionistas, directores de museos o escritores como uno de los mejores pintores del mundo del arte contemporáneo, su pintura es fuerte y sorprendente para el contemplador. Dotado de una personalidad humilde y a la vez arrolladora, atesora una calidad fuera de lo común.

Desde su creación NAS influye en muchos artistas que beben en sus fuentes. Entre sus cuadros podemos mencionar “El Cristo-Hombre”, al que se refiere con frecuencia Santiago Amón, Ramón Faraldo o Robert Hughes, entre otros, en unos comentarios sobre Diego de Giráldez; y Observando la Naturaleza, donde una diminuta figura de mujer observa un perro de gran tamaño que con mirada al infinito se muestra como un eslabón intermedio.

Citamos sólo estas pinturas de Diego de Giráldez conscientes de que ni por asomo representan a la totalidad de su vasta obra porque poco nuevo podemos decir sobre este pintor singular, inclasificable, de dimensiones inabarcables, cuya trayectoria fue bastante comentada como suele ser habitual en las biografías de los personajes que por derecho propio pasarán a la historia.

Quizás en sus retratos lo más destacable sea la capacidad para dar expresión a las caras según el carácter que quiere reflejar en los personajes y su acercamiento siempre a la forma de ver las cosas del pueblo pero desde un punto de vista algo superior, sin perder esa cercanía, no sólo en el tratamiento de los temas populares que son abundantes en su obra (temas sociales contemporáneos reflejados en la Gallega, el Labrador o la Campesina, por ejemplo) sino también a la hora de retratar a la familia o a gentes de alto copete, donde trata de dotarlos de un porte adecuado a su personalidad que sólo con verlos cualquiera puede tener una impresión de como son dichos personajes.

Es algo que distingue la pintura de este artista, reconocible sin necesidad de ver la firma: Si vemos cualquier retrato o escena plasmada en sus cuadros podremos comprobar que enseguida sabes si te transmite una actitud positiva o negativa sin darle vueltas ni mirarlo desde veinte ángulos distintos. Lo que nos deja atónitos es su esencial capacidad de transmitir algo más que una imagen estática y plana en un lienzo, haciendo sencillo hacerse una idea de la relevancia, gravedad, alegría, dolor y otros rasgos de tipo emocional de lo representado.

En el Giráldez paisajístico, en aquellos que versan sobre Vigo, adivinamos un viaje al corazón de la sociedad marinera y de su ría. En no pocas de estas obras observamos como el surrealismo se confunde con la fabulación, recreando el universo de su imaginación y creatividad en un discurso pormenorizado que detalla en sus cuadros. Incluso, sobre sus lienzos con materia propia y gamas de colores sobrios –donde el negro toma carta de naturaleza en una atmósfera que se manifiesta de forma explícitamente abstracta, en los fondos- , parece poder oírse la voz de los viejos trovadores cantando al mar sus metáforas en poemas líricos.

Y qué decir de sus desnudos, llenos de enigmas, son una fuente continua de sugerencias. Enigmas por desconocer el personaje y sugerencias por la sensualidad que traducen y supone, dentro del realismo el estilo NAS, una considerable novedad en el panorama pictórico español.

En la obra de este gran genio de nuestra pintura también nos encontramos con piezas de carácter costumbrista (como La gallina despeinada,..…..) o de otras de carácter religioso (como el mencionado Cristo-Hombre, el Bautismo o los Mártires, …., obras en las que supo plasmar el sufrimiento, el gesto y mucha humanidad. Se encuentran en distintos museos) y otras que llaman la atención por ser innovadoras y diferentes a la pintura que se hace en estos años. Los que nos hemos acercado y los que os acerquéis al museo del artista descubriréis una pintura diferente. Por algo es considerado por muchos expertos como el creador de un nuevo movimiento dentro del realismo y de la pintura moderna española y universal.

Durante su carrera artística va estableciendo contactos importantes y en su producción aparecen obras maestras con una gran intensidad expresiva que afianzan su prestigio.
Cultiva, también, el tema religioso, de carácter profano y de gran tamaño, y aunque no es tan abundante merece la pena verlo para comprobar como escapando de lo académico mantiene el punto de fuga hacia el espectador, el equilibrio, las siluetas que confieren coherencia y la composición propiamente dicha, razón por lo que lo consideran un genio en todas sus etapas. Igualmente son muy interesantes sus cuadros de pequeño tamaño, testimonio de la realidad cotidiana.

Aunque en su obra el negro y el blanco (compuesto por la explosión comunitaria de todos los colores), son los reyes. En parte de su obra comprobamos que en su paleta no faltan los espléndidos rojos, los verdes y azules, los dichos negros profundos (por qué sabe que el negro más negro surge cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris), grises perlados y toda la gama de ocres. La atmósfera que envuelve la escena es turbia. El artista logra dotar de profundidad a la obra gracias al empleo por un lado de la perspectiva lineal y por el otro, la perspectiva cromática (o aérea) degradando los colores y los valores luminosos que incluso se depositan sobre los perfiles de los elementos más alejados. Delante de sus cuadros nadie se queda indiferente, es imposible.

Como todo pintor, Diego de Giráldez, que desarrolló un estilo personal en el que se refleja también la psicología, ha estado influenciado por los grandes maestros de la pintura: Velázquez, Goya,... de la misma forma que él influye con su “Realismo NAS”, a su vez, en gran parte de la pintura moderna contemporánea.

En la obra del gran pintor y escultor gallego, uno de los autores más prolíficos (un artista con personalidad propia que evidencia el dominio del dibujo, de la pintura, el conocimiento anatómico, la gran capacidad compositiva, el sentido del color y su conocimiento de la estatutaria), también se aprecia el absoluto dominio de las expresiones de los rostros y del sentimiento de una profunda humanidad, tanto en los cuadros de mujeres como cuando retrata al pueblo, sus costumbres o sus modos de vida, y a ello podemos unirle la fuerza de su pintura. Su obra se halla en la actualidad repartida por importantes colecciones y museos del mundo, sin duda merecidamente.


El 11 de Noviembre de 2010la Academia de Infantería de Toledo, nombra a Diego de Giráldez, amigo de la Academia y se le hace entrega de una metopa por el Excmo. Sr. General Jefe de la Academia de Infantería de Toledo.

Diego de Giráldez


Un pintor y escultor español de dimensión universal

Este libro dedicado a la vida y obra del pintor Diego deGiráldez pretende facilitar el conocimiento de su extensa obra, y vivencia –en cuanto a esta, una aproximación, le queda mucho por vivir y decir en su biografía-, a quienes no la conocen.


Diego de Giráldez es un pionero del nuevo realismo español cuyas ideas, y estilo propio, los materializó y materializa desde los finales del siglo XX y los principios de XXI, además da y dio de beber a los múltiples logros alcanzados por artistas de su generación.

No es difícil, tampoco fácil, pero sí ardua la tarea de buscar los datos para hilvanar algunos hitos de la vida de Diego, para describir al hombre que hay detrás del autentico artista, rebelde ante lo estancado e inmutable de la pintura de finales del pasado siglo XX, a la cual, con genuina pasión hace el aporte de su gran creación, el Realismo NAS (Registrado en 1982, aunque ya venía trabajando en él desde antes de 1977), estilo con el que despierta corrientes estéticas nuevas y técnica diferente de las que se están nutriendo artistas contemporáneos, desde entonces a nuestros días.

Diego de Giráldez como artista, descubridor del estilo NAS, es un pintor sorprendente en sus planteamientos plásticos, que en ningún momento deja indiferente a nadie. Excelente dibujante, gran conocedor e inventor de materiales, pigmentos, técnicas y texturas. 

Nacido en A Cañiza (1957) y afincado en Vigo desde su infancia. Se le cataloga como realista –realismo social-, surrealismo, naturalismo y abstracción unidos, es difícil de definir el lenguaje utilizado por este excepcional pintor que conmociona por su originalidad, belleza, crudeza o interpretación del dolor.

Datos de su vida

Corría 1957 y Diego de Giráldez nacía en la pontevedresa villa de A Cañiza. Lo hizo este artista genial en el seno de una familia gallega de padre marino y madre pequeña empresaria. Proveniente de una de las familias más relevantes de la historia de esta Villa, de la importante casa de Borza (En la rama de la Casa del Cardenal- los Giráldez y Lago-, en Borza-Valeixe), hay otra rama del Morgado del Pazo de Borza, que adquirió el apellido de mayor abolengo, Sarmiento, al casarse el hijo del primero con una hija descendiente de la Casa Palacio del Conde de Cervellón (Parada de Achas), D. Diego Pérez Sarmiento. Con el paso del tiempo han sido señores del Pazo los Sarmiento de Sotomaior, uno de ellos D. TOMÁS SARMIENTO Y ALDAO DE SOTOMAYOR. Nos recuerdan, viejos documentos,: “ramo dos Sarmientos de Sotomayor, radicado na freguesia de Santa Cristina de Valeixe, em frente de Melgaço………”. Apenas estaba dando sus primeros pasos el pequeño, Diego de Giráldez, muestra inclinaciones por las Bellas Artes, en especial la pintura, quedando de aquella época dibujos realizados con carbón sobre papeles que encontraba por casa, eran sus primeros trazos, los primeros latidos de un genio que iba a crear escuela.

Fue el día 8 de marzo de l957, a las 24 horas, como el que no quiere abandonar ese día. Nació en A Cañiza, provincia de Pontevedra, en el seno de una familia pequeño burguesa, Diego de Giráldez, a quién le impusieron los nombres de Manuel y Diego. Hijo de Antonio, oficial de la marina mercante, y Luz empresaria de hostelería que al mismo tiempo se encarga de la educación y cuidado de los hijos, debido a que el padre estaba ausente con frecuencia, requerido por su profesión de marino; nieto, por línea paterna, de Diego y Generosa y por línea materna de Evaristo y Luz, todos naturales de A Cañiza (Pontevedra). Todo ello tiene interés para determinar la personalidad de este pintor, pequeño, algo calvo, de piel blanca y ojos oscuros, tercero de cuatro hermanos y que quizás esos prolongados periplos, de su padre, en la mar, hagan de él un niño juguetón y con inquietudes, que comienza muy temprano a dibujar, cuando a penas andaba ya “pintaba” con carbones de la “lareira” sobre papel de estraza, de envolver el pan, los que su madre desechaba. Y que hoy en día, en opinión de críticos tan significativos como Santiago Amón y Ramón Faraldo, es un “pintor sorprendente” que creó un nuevo estilo dentro de este nuevo realismo combinado con naturalismo, abstracción y surrealismo.

 La infancia de este niño, hijo de un matrimonio maduro, tenían cuando nació Diego, el padre 41 años y la madre 38, transcurre entre los mimos y atenciones de su madre y las ausencias de su padre que ya empieza a tener problemas de salud dejándolo huérfano, el 15 de Junio de 1965, a los ocho años de edad. Poco después su madre se traslada a Vigo con el resto de la familia y es donde a partir de 1967, después de salir del colegio público de la calle del Pino, asiste a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, sin matricularse, gracias a que los profesores se lo permitían pese a su corta edad. Este niño que responde al nombre de Diego pronto empieza a destacar como dibujante y ejerce, ya, como pintor que tiene todas las características para ser un nombre que pise fuerte en este “mundillo” del arte: vienen sus primeros premios por dibujos al carboncillo, exposiciones colectivas y su primera exposición individual: “..., inquieto, con toda la fuerza y sabiduría de los Druidas Celtas...”, como nos recuerda Ramón Faraldo. Camina, los primeros años, silenciosamente, acumulando formación, pero hace notar su presencia entre los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de García Barbón - hoy Universidad Popular de Vigo- y en círculos y tertulias artísticas, siendo siempre el benjamín del grupo. El brillo de sus ojos, la constancia y la seguridad en lo que hace, presagian que este joven afable, sencillo y de sonrisa bondadosa se convierta, en lo que hoy es, en un valor artístico intemporal y universal. Este nombre de excepción entre la pintura contemporánea de los últimos años, pinta, en esa época, lo que conoce: el paisaje, sus gentes, las naturalezas muertas con colores y luces de nuestra tierra. Hoy domina una obra que ha sido catalogada, considerada por la crítica especializada, como una de las más personales de la pintura española contemporánea. En los años 70 y sobre todo a partir de 1975 existe en España, en Galicia y en Vigo un período de oscilación expresionista, que parece beber en las fuentes de los expresionistas alemanes del 62, algunos pintores buscan y no hallan en esos crecientes contrastes entre lo nacional y lo regional y lo internacional e intemporal, incertidumbre que se va aplacando en 10 o 15 años con una auténtica reflexión desde la sociedad en todas sus facetas: dentro del arte, de la literatura,.... Tensión y movimiento, que eran las características esenciales de esa época y que aparecen en el mundo del arte como un impulso ascendente, sin importar las bases fundamentales de cualquier movimiento artístico: dibujo, difuminación, equilibrio,..., contrasta con la opinión de algunos críticos y la sensación de ser arrastrados hacia abajo.

Desde el año 1967 - año en el que toda la familia opta por trasladarse en busca de un mejor horizonte - reside en Vigo, ciudad que le ofrece la oportunidad de conocer a personas relacionadas con el arte, apuntarse a la Escuela de Artes y Oficios y visitar diferentes museos, no sólo en la provincia, incluso en ocasiones acompaña a miembros de la familia a la capital de España aprovechando las visitas para ver arte.

En años venideros vive con la ciudad una época de gran ilusión y convulsión –a finales de los años sesenta- la existencia de un grupo musical con resonancia mundial, "los escarabajos" o "BEATLES", que además de introducir un cambio en los esquemas almibarados de la música, aparejan un movimiento de confrontación con los esquemas sociales de la época, quizás esta “revolución” le haya marcado lo suficiente como para que, aún hoy en día, cuando trabaja, se escuche de fondo como suena, en su viejo tocadiscos, alguna famosa canción de los Beatles. También la época de protestas, las del 72, y posteriormente la reconversión naval, etcétera. Llegado el 75 trasladó su estudio a la calle Real (Diego amante de la naturaleza y los animales, se instala en el gran caseron de los números 31-33 –fueron famosos sus gatos: el pequeño y débil Creso, el fortachón y arrogante Ciro y el tranquilo y contemplador Zenón, y sus perros: la inteligente y saltarina Diana y el guardián y fiel Sultán. El mastín, Ton, lo había trasladado a su finca de A Cañiza- crea un pequeño huerto en el patio trasero de la casa, dividido en dos tracitos, en uno cultiva algunas plantas de tomates, pimientos, ajo, cebolla, …., y en la otra, como amante de la medicina natural, plantas medicinales donde no falta la Hierba Buenala Hierba Luisa, el Hortelán…., y por medio alguna planta de perejil, y una de Ruda. En una ocasión expresa su opinión sobre la necesidad de que: “Galicia pode explorar, agora que tódalas xentes nos abrigamos nás cidades, a agricultura natural, aquela que facían os meus abós, e que deixou de ser unha actividade de vida no rual. É preciso, con vistas o futuro desta vella Gallaecia, tela como alternativa para adquirir entidade de seu, constituíndo en si mesma unha filosofía de vida no medio, produción e consumo saudable, e para que non sigan desertizándose esas zonas que tanta delicia nos aportan. Pero para que logo iso exista e preciso un maior coñecemento por parte da sociedade e unha aposta pública polo seu desenvolvemento. Unha mellora na toma de conciencia do consumidor cara este tipo de produtos e o ben que se lle fai a saúde e a vida dás xentes que habian os pobos do noso terruño. Temos, na nosa terra, cousas excelentes que pouco coñecemos ou consumimos e menos exportamos: Os viños Galegos (estes bébense polas tascas, ainda que hay xentes, como Antonio Alonso Fontán, que teñen metido na cachola formar cooperativas que leven a marca dos viños de cada zona, fala algo do orixen); o pan natural – o de Cea, …, mercámolos nás feiras dos pobos-; a mel; as carnes de porco que tan ben se dan na Cañiza -nadie esquece tomar o bocadillo de xamón cando se pasa por esa Vila-; o vacún, o leite,…..; -antiguamente tamén se facía a sidra, temos unha gran variedade de mazás-; as setas galegas que medran por todas as partes; as castañas -¿quén non ten un castiñeiro na súa horta?-. ¿E dos pobos da beira do mar? Destas augas incribles poden sair múltiples productos para alimentación e a saude: dende ás algas hasta as conservas de sardiñas”). En ese año 1975 realiza su primera exposición individual. De ese acontecimiento, Álvaro Cunqueiro, Francisco de Pablos,.…, dejan un extenso e intenso retrato de la personalidad del joven autor, de su obra expuesta, sus vivencias y modo de creación.

Este hombre siempre dispuesto a llevar el nombre de Vigo y Galicia por el mundo, ha realizado múltiples muestras. Son muchas las exposiciones tanto colectivas como individuales que ha realizado Giráldez desde el año 1975; desde ese año su pintura se ha podido ver, sobre todo, en Barcelona y Madrid, además de las importantes capitales europeas y de fuera del continente, pero también en la provincia de Pontevedra y las otras capitales de provincia y ciudades gallegas. La crítica de esa época destacaba la valía artística, especialmente la originalidad, la pulcritud y calidad de su ejecución técnica. Sobre la obra de esos años nos hablan de transparencias en sus famosos vasos de agua, del contexto onírico y de la explosión de colores…., en la que nos muestra la vida del hombre en el rural, los mágicos bodegones con utensilios domésticos, paisajes, animales o personajes que figuran estar fuera de la realidad aparente.

Alos 50 años del nacimiento del pintor, mejor dicho aún no cumplidos los 50 años, inauguró su propio museo, Casa-Museo Diego de Giráldez, que acoge una gran muestra desde la  infancia y juventud del artista. Se trata de la mayor retrospectiva dedicada en exclusiva a su pintura, escultura y dibujos.

En total, esta selección de obras consta de más de quinientas piezas realizadas entre 1962, cuando el artista contaba solo con 5 años y vivía en A Cañiza, su pueblo natal, y abril de 2006, cuando reside en Vigo, su ciudad de adopción. Durante este periodo, Giráldez pintó infinidad de cuadros, incluidos retratos, bodegones, paisages y obras de mediano tamaño, pero también muchas composiciones de gran formato.

La exposición permanente de la casa museo trata de responder a varias incógnitas que existen alrededor de la figura de este artista. Entre los interrogantes se encuentra la creación del estilo NAS, mientras en sus primeras obras encontramos, entre otros aspectos, la idealización característica de su primera etapa.

Nunca antes se habían reunido en un mismo espacio tantas obras de los primeros tiempos de Giráldez, uno de los pintores gallegos más universal, cuyo trabajo, en sus principios, se caracterizaba por el detalle y la exquisitez con que retrataba la naturaleza muerta: en sus bodegones vemos flores, frutas o cacharros domésticos que disputan con juegos visuales salir de la oscuridad de sus fondos. En el recorrido podemos apreciar como se va atreviendo con composiciones más complejas en encuadres desconcertantes en los que aparece la iluminación naturalista que dará paso a una importante creación. Ya en ese tiempo se observa una obra de un atractivo excepcional que le eleva a la categoría de los maestros del bodegón en España y en el entorno europeo.

Para quienes apreciamos el arte de Diego de Giráldez la inauguración del museo fue un día especial. Cuando se cumplía casi medio siglo desde el nacimiento del exitoso pintor que tanta confusión ha creado, tomándole por realista –decía Ramón FaraldoDiego de Giráldez no es un realista, bajo ningún concepto- u otros adjetivos convertidos en generalidad, se inaugura este original museo, donde cuelga una importante parte de su obra, la colección privada. En esta exposición se encuentra la mejor colección de dibujos realizados por el artista, por lo que supone una oportunidad única para poder apreciar y estudiar cómo plasmó el artista su compromiso con la sociedad de aquellos años y con el propio dibujo.

La vida de Giráldez es un ejemplo paradigmático del artista humilde que fue cobrando relevancia y prosperidad a través de su propio esfuerzo y talento. Huérfano de padre desde los ocho años y criado en un ambiente familiar unido por su madre, alcanzó a los a la tempranera edad de los dieciocho años el reconocimiento artístico de su obra. Para luego trasladarse a tierras catalanas y aprovechar una estancia que fue trascendental para su formación y carrera artística, pues en este período, aparte de relacionarse con importes personalidades del mundo del arte y vivir de cerca los movimientos que se desarrollaban al otro lado de los Pirineos, le catapultó a la esfera internacional.

La recopilación de algunos episodios expuestos en estas páginas nos ha llevado su tiempo -los otros fueron más fáciles puesto que están recogidos por los estudiosos de la plástica- han sido indagaciones en el seno de su propia familia y charlas con muchas personas, con las cuales hemos podido dialogar al respecto: compañeros de Diego en el colegio, en la Escuela de Artes y Oficios, amigos vigueses o catalanes, vecinos de sus estudios o de A Cañiza que le vieron nacer, aristas, escritores y poetas contemporáneos de Giráldez, además de coleccionistas y responsables de museos que apostaron por comprar sus primeras obras –viendo que detrás de aquel joven había un gran pintor- y exaltar sus méritos. Todos ellos nos dejaron memorias, algunas borrosas sobre el trato con el artista niño, repetidas hoy en este libro.

En el año 1977 viaja a Cataluña instalándose en Olot con objeto de continuar su formación. Fue ésta una experiencia muy interesante, la de encontrarse con los movimientos que se respiraban en esos momentos y con personalidades de gran importancia en el mundo de la plástica. En estos pueblos catalanes hemos perseverado en buscar datos específicos de los movimientos del artista en los acontecimientos de entonces, también en publicaciones conservadas en las hemerotecas. Hemos hecho contactos con quienes pudieran aportar algo de sus recuerdos. También en Barcelona buscamos los pormenores de la vida de Diego de Giráldez, hoy personaje influyente en las ideas revolucionarias del realismo, en los jóvenes artistas de de los finales del siglo pasado y en los principios de este siglo; de manera que creemos haber hecho un interesante trabajo de campo para completar casi todos los recursos de investigación para narrar la vida y obra de este pintor español y universal.

Diego de Giráldez fue el tercer hijo de don Antonio y  de doña Luz. El padre llegó A Cañiza procedente de la parroquia de Parada, conociendo a la madre, nativa de esta Villa, y años después terminan casándose. Mientras el primero dedicaba su tiempo a la profesión de marino, su madre se encargaba de una pequeña empresa compuesta por un restaurante y una tienda de ultramarinos. Procedente de una familia interesada por la cultura, la educación, la traumatología, …. –era frecuente ver en la casa de los Giráldez bastantes libros, algo infrecuente para la época- , transmite a los pequeños una esmerada educación. En este ambiente se desarrollan los primeros años de la vivencia de Diego, niño. En el que ya aflora el carácter de artista.

Diego de Giráldez, con escasos años de edad, se distinguió como una criatura sumamente paciente e inquieta de espíritu cuando se entretenía dibujando, sobre viejos papeles, con los carbones de la lareira, y juguetón y de carácter suave el resto del tiempo. Siempre rodeando a su madre, con la que le une lazos de profundo amor, por el desbordado afecto que ella le profesa. Aún ya crecido, su diminutivo, para la madre, es el de “o meu filliño”, cuando le menciona a otras personas de la familia. Le orientó en el camino de la rectitud con sentido ético determinado y determinante. Su primer colegio fue el de doña María, en la escuela del Regueiro, y la de don Pedro o la escuela privada de don Luis. Hasta aproximadamente la edad de ocho o nueve años. Dicho centro contaba entonces con capacidad para unos setenta alumnos, donde regía estricta disciplina, forjadora de rigores y obediencia. Diego dejó fama de estudioso. Sobresalió por sus modales correctos y buen comportamiento, mereciendo alabanzas de sus profesores como buen alumno. Alos diez años la familia se traslada a Vigo, donde continúa su vida de estudiante compaginándola con la asistencia a clases de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios.

El medio vigués de la época era de gran ebullición industrial y pesquero y dominaba la influencia de la religión católica, asistiendo a misa con devoción. Prevalecía la educación formal y escrupulosa, dándose prioridad a la urbanidad. La formación moral era preferentemente dirigida por los padres dentro del hogar, en su caso por la madre que utilizaba como medio el diálogo. La madre, de refinada educación y pulcros modales, orientaba a los hijos dulcemente, enseñándoles pautas en un trato hogareño, social y estético, pues era hija de una familia culta, criada con los motivos característicos del ambiente de una familia de buenas costumbres, dicción y manifestaciones.
Cuando asistía al colegio de don Pedro o de doña María, en sus ratos libres se “divertía” dibujando o estudiado en casa con empeño durante largas horas que compartía con ratos tocando la guitarra –instrumento que siempre le gustó, aún hoy hace sus pinitos con la vieja y gastada guitarra-, además hablaba de sus adelantos escolares, únicamente en el círculo familiar, por que era tímido y no le gustaban los elogios aunque fueran merecidos. Su modestia es una cualidad que le caracterizó, y caracteriza, en toda su vida. Contaba diez años cuando oía los entusiasmos del hermano mayor, Evaristo, por su asistencia a la Escuela de Artes y Oficios. Cabe decir que se aplicó en ella tanto, que los compañeros, todos mayores, y los profesores se maravillaban de su disposición para el dibujo. Luego, en poco tiempo el alumno resultó ser mejor dibujante que los maestros, como puede apreciarse en los cuadros guardados por la familia y que ahora se muestra en su casa museo. En ellos se aprecia la gran delicadeza, la soltura y la nitidez de línea.

La adolescencia del artista transcurre en Vigo

En los años setenta del pasado siglo XX, el medio artístico de Vigo era muy bullicioso: las reuniones de pintores y escritos en la Taberna de Eligio eran tan frecuentes como las exposiciones que desarrollaba, entre otros, la Caja de Ahorros Municipal de Vigo. En el caso de Diego de Giráldez habría de agregársele el interés por las revistas y publicaciones que recibía del exterior, enviadas por distintos familiares, con información e ilustraciones con lo último en bellas artes y artes plásticas. Naturalmente, fuera de tales contactos con el extranjero y sus movimientos artísticos, a través de esos medios de comunicación que llegaban con cierto retraso a su domicilio vigués, poco o casi nada le era conocido en cuanto a los trabajos que estaban agitando tanto a América como a Europa en el mundo de las artes. En ese tiempo, conoce y frecuenta un grupo de amigos, artistas y escritores, sensibles a la cultura en general y al arte en particular con los que frecuenta tertulias que le sirven para ampliar, de forma teórica, su intelecto.

Así pues, la trayectoria artística de Giráldez era conocida desde su juventud en ciertos círculos y nada tenía de extraño que al llegar 1975, esta bulliciosa ciudad, recibiera con éxito la primera exposición individual del ya conocido artista cañicense –habia realizado varias exposiciones colectivas-, ansioso de nuevos horizontes, pleno de inquietudes intelectuales, no era raro que le buscasen y arropasen en cita tan significativa para el joven pintor que ya hablaba de la necesidad de la evolución de la pintura realista y que entonces empezaba a indagar algo que luego se llamó Realismo NAS. Creo que parte del éxito de Giráldez debe darse al mérito de aquellos que animaron y prendieron en aquel espíritu inquieto la chispa de la renovación plástica, en sus críticas incisivas, en sus consejos lapidarios e irónicos, iba explícito sacudir las luces de su intelecto y el talento pronto a despertar y convertirse en lo que es: un revolucionario plástico, descubridor de una nueva técnica y estilo artístico en el mundo contemporáneo.

Es de recordar que en los  años 1974/75, también, un pequeño grupo de artistas y poetas principiantes, se reunían en torno a Giráldez, en su estudio del Casco Viejo. Le buscaban especialmente en su casa-estudio, donde las tertulias literarias y artísticas constituían el tema diario; incluso algunos pintores, mayores que él, trabajaban bajo su dirección. Podemos decir que esos artistas habían recibido un legado de arte añoso y caduco, y Giráldez, impulsado por la inquietud y la necesidad de la renovación plástica, conjugando su talento creador y su premura por generar aspectos innovadores en la pintura, era una fuente en la que beber. Eso lo pueden ver aquellos que visiten su casa museo y comprueben como el campo experimental se abre con él, ilimitado; así podemos apreciar en sus cuadros como sin abandonar su línea experimenta en las diferentes etapas de su busca del NAS, desde su inconformidad, desde su ansia por asir nuevas formas, luces, colores, incluso como persigue diferentes corrientes en las que realiza experimentos que nunca pondría a la venta. Febrilmente investigaba con carboncillo, lápiz, tinta, acuarela, óleo, acrílico, pastel,.….,  la mejor forma de plasmar la exigencia de la visión. Diego, en aquellos años, rebuscaba, experimentaba, borraba,.…., hasta satisfacer su anhelo de perfección. En ocasiones se negó a firmar algunas de sus obras, las cuales terminó rompiéndolas.

En su vida artística no aparece ningún cuadro impresionista pese a ser una persona que ama la vida al aire libre y la plasma en sus lienzos, si tiene, de aquella época, paisajes de su pueblo y marinas de Vigo, muy cerca del realismo.

Continúa los estudios y se va formando cultural y artísticamente en sus cuatro grandes pasiones: la medicina, la anatomía, el dibujo, la pintura y la escultura. Con el paso del tiempo y con una sociedad transicionada, el arte reflexiona a cerca de la vida, de lo imaginable e imaginario con total libertad de expresión desde todas las tendencias y estilos, pero eso sí “el arte ya es inseparable del oficio”, ya no sirve manchar por manchar, el “público” cada día es más erudito. En esta pequeña ciudad, la más importante de Galicia, fermentan nuevas ideas y aparece Diego de Giráldez con un nuevo estilo, dentro de su línea, que denomina -Realismo NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo)-, y con una tesis que registra como propiedad intelectual en el Registro Intelectual Internacional. En su obra se distinguen muchos elementos que hacen que se reconozca, a simple vista, entre todas las demás. Su gran familiaridad con la naturaleza, la notable seguridad en la observación de sus mecanismos le permite conocer sus leyes. El interés y un estudio constante de/por la anatomía le sirven como bases para plasmar sobre el lienzo la génesis empírica de lo que será su obra. Como hemos visto al principio, Diego provenía, plásticamente, de sus “experimentos” con carbones de la “lareira” y de su paso por la Escuela de Artes y Oficios, un tipo de escuela basada en poca teoría y mucha práctica, sobre todo en el dibujo. Por lo tanto y hasta 1975, la suya era una cultura autodidacta asentada en la experimentación práctica, en tertulias, en intercambios,..., y condensada en las notas que sobre la naturaleza, la vida de las gentes en el rural, la anatomía,..., iba tomando. También en esta época cultivo el aprendizaje de la escultura, que no abandonará nunca, aunque esta faceta solo la trabajase, en un principio, para su colección particular. Su investigación, siempre dentro de su línea -Diego respeta pero no comparte los modismos temporales y los “plagios” en el arte-, puede venir dada, en parte, para afrontar bien sus trabajos y por el estímulo del clima que hervía en la ciudad, en la que como ya hemos visto, existía una pequeña revolución cultural. Y por otra parte por profundizar en sus conocimientos y aportar algo nuevo a futuras generaciones. Así lo vió F. Vales VillamarínÉ un neno, como diría Xesús Ferro e Ramón Otero Pedrayo, un rapaz con gran sona de pintor dunha xeira nova. Diferente, érguese hoxe por a valencia propia, non por academismo ou imitación. O seu, e nunca mellor dito, realismo, xa reclama a nosa atención no presente….

En 1967, como hemos visto, con sólo 10 años comienza sus estudios de dibujo en Vigo, en la Escuela de Artes y Oficios y con diecisiete años realiza su primera exposición individual, transcurría el año 1975, después de haber mostrado obra en diversas colectivas. Posteriormente se traslada a Cataluña, al pueblo de Olot, para profundizar en su vocación investigando la materia y la anatomía, al mismo tiempo que conocía importantes pintores y se empapaba de las corrientes artísticas que recorrían Europa en aquellas fechas.

Aspecto físico y años de actividad.

Físicamente, como puede apreciarse en algunas fotos de aquellos años, Diego era un joven atlético-practicaba algún deporte relacionado con las artes marciales y aprovechaba, con cierta frecuencia, los atardeceres para correr y nadar una hora en las playas viguesas- de cabello negro, un tanto largo; ojos negro soñadores y labios bien trenzados. Educado; de grata personalidad –un tanto introvertida-; pulcro y controvertido en el vestir casi siempre de oscuro; camisa de lino azul y gorra marinera también azul. Un tanto introvertido –como hemos dicho-, silencioso en ocasiones –le gusta escuchar-, incluso de vez en cuando se recluye en la soledad -con cierta frecuencia visita su pueblo natal para dar solución a su investigación sobre la materia y a la creación sobre la que trabajaba y que a veces le inducía a refugiarse en el aislamiento-, es recordado por vecinos, que le solían visitar en ocasiones, como un joven contemplado la naturaleza, meditando, leyendo, o volcado en el caballete. Siempre educado, se levantaba o acercaba para saludarles. Luego doña Luz, su madre, que siempre le acompañaba, se acercaba y con prudencia conducía amablemente al vecino o vecina de turno a alguna parte de la casa alejada de la zona ocupada por el pintor y le invitaba a unas pastas, a fin de no interferir en las lecturas, creación o cavilaciones del hijo querido.

Naturalmente, Giráldez gozaba de ratos alegres y festivos, propios de sus años, como lo demuestra su asistencia a fiestas del pueblo y de Vigo, así como a cines y locales propios de la juventud, donde siempre le esperaba alguna amiga, especialmente frecuentaba a una chica de la zona del Berbés. Solía reír y bromear con cada una de ellas, pues, como era natural a esa edad, él y sus amigos no sólo trabajaban en la plástica, sino que se divertían y salían de juerga. Era y es sobrio en la bebida –su bebida preferida es el agua con unas gotas de limón o la leche; mientras los otros se daban a la borrachera, Diego los acompañaba divertido; pero como detestaba la vulgaridad, seleccionaba discretamente sus aventuras. Su desapego a tales desórdenes se puede interpretar como entrega plena al arte con el cual estaba obsesionado, según lo expresan los que le acompañaban en esas épocas.

Algunas de esas amigas las pintó con frecuencia. En aquellos años setenta también pinto a su hermana menor, de notoria belleza, la cual convivía con él y su madre, en la calle Real, situada en el Berbés -nombre que aún se conserva en la zona de la ciudad, actualmente en proceso de urbanización- era tan grande su vivienda que lindaba con varias calles, vendida hoy para ubicar el Registro de la Propiedad. Algunas veces cuando iban a visitarle muchachos pintores, los atendía la hermana. Les servía excelentes chorizos ahumados, así como cerveza que subía del bar La Fecha o vino de la aldea. Ellos aprovechaban llevar sus útiles para dibujo o pintura, y practicaban con bellezas que posaban para el artista. En las paredes del soleado y acortinado salón colgaban cuadros del artista y sobre unos trípodes colocados en uno de sus vértices, unas enormes pajareras construidas de forma artesanal por uno de los hermanos del artista,  en las que había pájaros de distintas razas y mil colores, incluso un jilguero amaestrado al que su madre le habría la puerta y le indicaba que pasase a la ducha, una vez terminada la tarea le ordenaba volver a la jaula; las lámparas, también artesanales, eran muy originales y estaban hechas por restos de molduras. Un gato negro, Zenón, presidía las reuniones desde su particular trono, desde el centro de la mesa de dicho salón, escoltado por una pequeña escultura y a la sombra de las flores que descansaban en antiguos jarrones. En ocasiones los tomaba de modelos; tanto las flores como los jarrones, escultura o el propio Zenón. Cuando declinaba el sol bajaban a jugar al futbolín o al billar y practicaban un poco; otras veces descasaban en el balcón, mientras algunos fumaban cigarrillos comprados en La Piedra o disfrutaban del exquisito sabor del tabaco de pipa los otros observaban el río de gente que entraba y salía de los distintos establecimientos que desarrollaban su actividad en la “calle de los vinos”. Aunque Giráldez nunca tuvo la tentación de fumar. Como siempre, hacia las diez de la noche, los que le visitaban abandonaban su domicilio.

Durante los años setenta se gestaba en él un gran anhelo de llegar a la cumbre. Fueron años de gran actividad, de explosiones internas, vibrantes; en ocasiones irritantes, siempre creativas que atormentaban constantemente la inquietud de su espíritu. Unos tras otros salían los cuadros de sus manos con trazos decididos, estudiados, captados por ese maravilloso don de la percepción del artista. Vehemente plasmaba figuras, bodegones y paisajes como si fuesen pequeños escalones ascendentes hacía la perfección y el triunfo, por que huía de la mediocridad; no deseaba ser uno más, sino dejar una obra de proporciones universales en los altos cánones de la estética. Así empezó a crear el estilo NAS.          

Con empeño y constancia inquebrantable trabaja incansablemente para alojar obra en multitud de exposiciones por toda España y Portugal. Sus obras visitan las grandes capitales del arte del viejo continente, Roma, París, Zurich, Ginebra, Barcelona, Madrid, Lisboa, Oporto ………

En 1968, gana distintos premios de dibujo –tanto dentro de la misma Escuela de Artes y Oficios como fuera de ella. Diego nunca fue partidario de competir en el arte, pero fue presentado, pese a sus reticencias, por profesores de la misma escuela y por su hemano mayor.

Trancurría 1970, y a partir de ese año es normal verle en distintas exposiciones colectivas.

En 1975, como hemos comentado, realiza su primera exposición individual, en Vigo.
A principios de 1975, dedicado casi enteramente al arte, sigue instalado, en compañía de su madre, en la calle Real, pero amplía su estudio a la calle del Principe –en el centro de la ciudad, contiguo al de otro pintor: Laxeiro-, destinado a estudio taller de pintura, el grupo de amigos artistas reanudarían sus sesiones hasta su marcha a Cataluña.
En ese año comienza su verdadera andadura artística y conoce las primeras críticas de Álvaro Cunqueiro, Francisco de Pablos, Antón Castro, Enrique Gómez,...“Este realismo detallista, primoroso, pulcro y ordenado tiene en sus obras figurativas, paisajísticas y bodegones una especie de equilibrio entre la delicadeza y la serena austeridad. Tiene también ciertas reminiscencias abstractas, surrealistas y naturalistas incluso en sus cuadros más realistas....”. También por esa época conoce a personajes como Xosé Filgueira Valverde, que fue la persona que aconsejó la compra de su primer cuadro por el Museo Provincial de Pontevedra, uniéndole hasta el final una sana amistad - al igual que con Álvaro Cunqueiro -. Con el paso del tiempo, Filgueira Valverde, escribiría: “... Din algúns que este pintor e un mestre que deprendeu o oficio dende pequeno, que sabe como manexar o pincel, o lápiz e a paleta. Eu vexo unha obra coma as mellores da nosa terra: clara, limpa, con esa luz -Luz a nai, Luz a aboa- da nosa vida labrega...”.

Con Álvaro Cunqueiro hace una gran amistad, visitando, este, con frecuencia su estudio de la calle Real y Diego el despacho de la calle Carral y la vivienda en Marqués de Valladares. Quizás Álvaro haya sido uno de los primeros en descubrir el talento artístico de nuestro pintor, cuando dice: “... Para ser pintor, hay que nacer, hay que soñar durante moito tempo, hai que atopar un estilo coma el, non son os mais listos, os licenciados, os que o atopan, algunhas veces son cáseque nenos como Diego que saben de labregos, de ovellas e carneiros, de carballeiras e capóns -eses galos de crestas vermellas que matan o basilisco-, desas alaceas e lareiras, desas froitas que se lle poden adiviñar os vermes dentro. Eu para ver os seus bodegóns non teño que haber xantado. Teño que vir en aiunas, e daquela poido carregar o meu maxín da poesía que emanan...”.

Hace amistad con José Otero Abeledo “Laxeiro” y otros pintores de la época, con “Laxeiro” la conserva hasta el final, no en vano uno de sus estudios actuales, en Vigo, está en la buhardilla que este pintor, fallecido, utilizó en la calle del Príncipe nº 26.

A partir de 1977, expone en la más prestigiosas salas de toda España, se había trasladado a Cataluña donde conecta con relevantes personalidades del arte, pintores en el Colegio de Bellas Artes de Olot,..., y nombres importantes como Antoní Pichot, Gala, Salvador Dalí - al que visita con frecuencia-,..., críticos de arte como Víctor Gay, los de La Vanguardia,..., que elevan su obra y su prestigio.

He ahí al inquieto artista abandonando el calor del hogar y la ciudad para embarcarse en la aventura catalana. Subió al viejo tren con asientos de madera, mientras el grupo de inseparables amigos artistas le despedían cantando “adiós con el corazón…”,  embargados de tristeza y alegría a la vez. Impartían recomendaciones, abrazos y bromas, convencidos de que quizá fuese el comienzo de la desintegración del grupo que giraba en torno a la figura plástica gallega que se ausentaba por una larga temporada.

Llegado a Cataluña se encontró con un movimiento artístico un tanto revolucionario, extendido por Europa, dándose a conocer por medio de exposiciones individuales y colectivas en galerías privadas,……… Parte de todo esto, Giráldez ya lo conocía de forma teórica, tenía cierto nivel intelectual e información por medios especializados enviados por familiares. En este ambiente se desarrollo el Giráldez  de la época más luminosa.

Pocos meses atrás, Giráldez era considerado un visionario dentro de su fecunda condición de artista, dedicado apasionadamente a su quehacer artístico; a plasmar en el lienzo lo que el ojo captaba, pleno de luz -luz propia, diferente- algunas veces; vibrante de color otras, tonos suaves y grises, negros y blancos,…; la mayor parte sombríos, oscuros, inquietantes. Al crear daba lo mejor de sí mismo: alma, poesía, todo su sentimiento, por que odiaba la mediocridad. Comprobables en obras de la época. No era ni es un hombre normal en el sentido de su genialidad. Compañeros de las clases de dibujo comentan que les dejaba a todos sorprendidos con sus teorías y observaciones, “mientras pintábamos. Hablaba lo necesario y sin jactancia sobre sus conceptos estéticos y apreciaciones, que compartía con nosotros”. Una demostración más de la gran generosidad que le caracterizaba en diferentes aspectos de la vida, y como era natural, “le adornábamos y tomábamos sus palabras como savia doctrina, que nos servía para crear nuevas formas y buscar rumbos a nuestras inquietudes”.

Diego de Giráldez es una persona auténtica en su pensamiento, que pinta aquello que siente y su obra le corresponde evidenciando su genio. Su rica paleta nos muestra colores lóbregos, azules, verdes, blancos, marrones, tierras tenebrosas en contraste con u cielo negro, en ocasiones nublando,……... Le agrada que el azul o el rojo perforen los cielos desde los vértices, para depositar los reflejos de luz sobre los objetos o personajes.

Volviendo al viaje, pisa la tierra catalana con esperanza y cierta euforia, contento de saberse ya en el suelo de los dalís, gaudís,….., de las aguas de temperatura suave del mediterráneo, el idioma….., portando una pequeña maleta y un voluminoso equipaje de sueños. Visita la Plaza de Cataluña, las Ramblas de la flores, la  Barceloneta, ……, galerías, museos, …., queda absorto, sorprendido, aturdido ante la Barcelona acariciada en conversaciones lejanas, que se le abría estupenda, soberbia, aplastante. Coincidió con visitantes ocasionales de museos, jóvenes de ambos sexos, de distintas partes de España y Francia, casi todos del medio inquieto del arte. Encontró habitación en una casa de gallegos que vivian en una calle cercana a la Plaza de San Jaime (Plaça de Sant Jaume), en la que como vecinos, por unos días mientras no se traslada a Olot,  tenía a otros estudiantes de arte. La amplia habitación constaba de dos partes, una como dormitorio y otra una terraza acristalada, por lo que le sirvió como vivienda-estudio durante la semana que permaneció en la ciudad.

Llega a Olot. Sus amigos le habían recomendado el pueblo de Olot, por la escuela: allí habían seguido una línea aperturista que la llevaron a tener cierta fama y por lo cual asistían muchos alumnos inquietos e interesados por ver lo que se estaba llevando a cabo por otras partes, Además, se decía entonces, hacían partícipes a sus alumnos de la libertad cromática y expresiva; en los nuevos experimentos en el desenvolvimiento artístico,…….

En poco tiempo conoce a los profesores de esa escuela de bellas artes, también conoce a Dalí y otros pintores importantes de la época. Realiza una exposición en la que deja al descubierto lo espiritual en el arte, que produce un impacto de gran efecto en el medio artístico.

Diego de Giráldez, durante su estancia en Cataluna,  tuvo la oportunidad de charlar sobe las teoría y observancias que sobre la pintura realizaban aquellos grande pintores, estando de acuerdo con la mayor parte de las opiniones de Dalí, Antoní Pichot, …., pareciéndole originales, así lo comenta en carta a su hermano mayor Evaristo.

Invadido por oleadas innovadoras palpables, Girálde encauzó su apasionado ritmo ante el caballete, y muy pronto se acopló –adaptabilidad propia de la juventud- al frenético ambiente artístico, pleno de conceptos surrealista que representaban variedad de corrientes en las que trataban de unirse algunos artistas a fin de hallar un arte relativo a las inquietudes de su tiempo. Se sentía identificado con el ambiente conocido desde su infancia por las narraciones añorantes que contaba su padre al regreso de sus viajes por las distintas partes del mundo, entre ellas Barcelona, y le parecía que su presencia le acompañaba por doquier.

Le habían presentado Dalí, que andaba muy entusiasmado con el teatro y museo personal, levantados sobre su casa natal en Figueras, donde tenia lienzos colocados por todos lados, dando fe de la incansable busca pictórica de aquel bohemio; pero a Giráldez, afectado por esa misma pasión, no lo sorprendió tanto afán. Durante su estancia continuó la amistad con él, con su esposa Gala -que ya manifestaba algunos síntomas de su enfermedad- y con el grupo de maestros y alumnos que componían un grupo importante de creadores y con los que se reunía casi diariamente, en tertulias que se prolongaba hasta avanzadas horas de la noche. Hablaban, cada uno, del ambiente en el que había crecido artísticamente y nutrido efectivamente; del momento y los cambios que vivían España y Europa, en lo referente a las artes. Hoy en su Casa-Museo reúne una parte de su trabajo en esa comunidad autónoma que nos sirve para entender la evolución de la plástica de nuestro artista gallego en los finales de los años setenta del pasado siglo XX.

Se multiplican sus exposiciones. En Madrid las visitan: Ramón Faraldo, Santiago Amón,..., a estos dos críticos le llega a unir, con el pintor, una verdadera admiración por ambas partes. Hasta el extremo de comentar:“Si me preguntase ¿Qué cuadro debería incorporarse, ya, al Museo del Prado?. Seguramente me respondería que “El Cristo Hombre de Diego de Giráldez”, de este autor,...,”cuadro que tan bien ha sabido ver el prestigioso crítico Ramón Faraldo cuando dice:“Te confunde quien te llama realista, sino fueses más que eso yo estaría en otra silla,¿A quien te pareces tú? A nadie, que yo conciba. Tú te pareces a ti. ¿Y tú Cristo - Hombre? Insisto en esta obra de gran envergadura que ofrece una novedad dentro de la pasional tradición de las crucifixiones. Esa cruz, que nadie se ocupó de ella. Tú nos haces ver que ella no tuvo la culpa, que ella iba para mástil de barco, leña de lareira o pie de bandera, pero los hombres la condenaron a eso, a ser cómplice del deicidio. Y esto no lo vio nadie. Ni Valdés Leal, ni Grunewald, ni Salvador Dalí,...”

A Diego de Giráldez,-que hoy día está expuesto en más de cien prestigiosos museos de todo el mundo, en importantes colecciones privadas e institucionales y que ha sido seleccionado para la “Expo Universal 98” de Lisboa, entre los dos pintores que representan a cada nación, en este caso a España, siendo al mismo tiempo la primera vez que seleccionan a un pintor gallego-, tuve la suerte de visitarlo en su estudio de la calle Real, hace años, en compañía del gran crítico de arte, malogrado en accidente de aviación, Santiago Amón quien me dijo: “... Diego es ya uno de los grandes del realismo español contemporáneo”, luego hizo una extensa crítica, para el medio con el que yo colaboraba en esa época, y que en alguna parte se manifestaba a manera de un sugestivo ensayo y de donde recogemos algunos fragmentos que aparecerán a lo largo del libro, empezando por este: “Realista exacerbado, donde encuentra la implicidad de su poesía. En su obra se reencuentra con lo intrínseco, con las cosas mismas, y las traslada a la faz incitante del lienzo con precisión lírica. Diego de Giráldez, sabe que el arte es absolutamente inseparable del oficio. Sabe también que el blanco más blanco nace de la explosión comunitaria de todos los colores, y que el negro más negro surge cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris. Pintor sorprendente, creó un estilo dentro de este nuevo realismo que denomina NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo)”.

En 1980 le seleccionan para formar parte de la muestra “Maestros del Realismo Español”, a partir de este año es normal verlo, escucharlo y leerlo en distintos medios de comunicación, revistas especializadas, libros,..., sus obras están en Museos, Diputaciones, Gobiernos Autónomos, Ayuntamientos, Cámaras Municipales de Portugal, Bancos y Cajas de Ahorros, importantes colecciones privadas,.... Recorre, con exposiciones individuales Europa, sobre todo España y Portugal, aparece también en colectivas: Lisboa, París, Ginebra, El Cairo,..., los críticos se hacen más, si cabe, eco de su presencia: Santiago Amón, “A partir de la exposición ‘Maestros del Realismo Español’. Las obras de Diego de Giráldez son de un nuevo realismo, del óleo y tintas se pasa a una técnica mixta..., con un gran equilibrio entre la sensibilidad y la técnica, con una pintura muy elaborada,.... En el transcurso de poco tiempo hay una actitud positiva del público y quién sabe si de los críticos, así como de los coleccionistas, importantes, de arte que empiezan a fijarse en su obra..., empieza a vender sus primeros cuadros para buenas colecciones privadas e institucionales, a participar en interesantes exposiciones de pintura española en España y el resto de Europa, proliferan las muestras individuales en relevantes galerías... y se producen las primeras adquisiciones de obras suyas por parte de museos...”.

En 1981. Figura en algunos libros como el de Pablos, Francisco: Plástica gallega. Vigo, Caixavigo, 1981. En aquellas épocas otros críticos se hicieron eco de sus exposiciones: Miguel Gil, Victor Gay, Jesús Rodríguez, César Valença, Trapero Pardo, Francís Vicents,….., o Richard Arnold que nos dice: “... La pintura de Diego de Giráldez es la de un gran maestro del “realismo”, con un manejo único del claroscuro, con un universo de gran originalidad, en algunos cuadros un tanto barroco, con figuras que semejan flotar en un espacio de radiaciones de silencio poético, donde bolas de cristal como áureas transparentes aparecen preservando un mundo dentro del propio mundo, de la propia biología del cuadro...”, Enrique Gómez: “Diego de Giráldez que, ya, en Marzo de 1980 fue seleccionado para la exposición “Maestros del Realismo Español” con Antonio López, Eduardo Naranjo,..., sorprende por su exquisito lenguaje y poético sentido con un soberbio terminado que caracterizan a las obras maestras.... Para mí, Diego de Giráldez, es uno de los nombres significativos en el arte contemporáneo, su obra denota una elegancia austera y da la sensación de que nos encontramos ante el mayor equilibrio de sensibilidad y técnica que nos hace ver una pintura inteligentísimamente elaborada”, Antón Castro nos habla de: “Dimensión poética de la realidad. Sin lugar a dudas, Diego de Giráldez es ya, y por derecho propio, uno de los grandes pintores de la realidad que bebe en el ancestro poético de tintes bucólicos” y Francisco Pablos que nos dice: “Su obra es un capítulo aparte en la pintura española contemporánea, que da a este pintor la calidad de maestro del realismo. Un realismo diferente, de poética implícita, de imaginable y cuasi imaginario misterio”

En 1982 registra su creación, el “Realismo NAS”, y recibe sus primeros encargos importantes: museos y coleccionistas privados demandan sus pinturas y esculturas, como El Cristo-Hombre, pieza que le abre la puerta del circuito del grupo de grande pintores del arte contemporáneo. En ese año, Pablos, sigue diciendo que: “... su obra va ganando noticia, fama y atención allende las fronteras...”. “... termina -EL CRISTO HOMBRE-, obra de gran envergadura, justo parece destacar, al lado de la virtud poética e histórica del cuadro, el carácter de proeza técnica, la condición de madera de esa cruz que la secunda sin deidad, el cristo –el hombre de rodillas-, cabizbajo, la voluntad sin freno del ejecutor y el oficio que recorre la obra de punta a cabo, tras una génesis empírica, paciente, gradualmente vivida por el creador hace a la postre, a los ojos del observador, una obra magistral”.

Sobre esta obra, el autor, Diego de Giráldez nos dice en este año 1982: “Graznando rompí el cristal / y te vi pueblo de la sociedad por abajo, / Te grité y te pinté, / así también por donde la piedra desnuda de la calle rompe / tú quedas..../ De los brazos, la madera y el cristal, / el hombre.... / De la cuerda las ataduras de las muñecas. / Blanco... ligaduras de la frente y cintura, tristura / cabizbajo de rodillas es el hombre... / de las “tierras quemadas” debajo / quemada su piel con suficiencia / por los golpes de sol y de trabajo. / Hoy el negro, silencioso, se apodera / de mí la noche entreabierta, / interpreté colores de los colores. / La noche es un conjunto de colores / que acecha con caras de luces / que juegan a fugarse aún sin manos.”

Nos recuerda Ramón Faraldo en “Recuerdos”: “... recuerdo una noche de verano, no sé si de plenilunio, o noche de primavera tardía o de otoño naciente, sentados en una mesa de mármol en La Cañiza, en compañía del colega, y sin embargo amigo, Enrique Gómez. En esto, una sonrisa y unos ojos brillantes se apoyaron sobre mi rostro, y te tuve ante mí. Me hablaste con la sencillez y sabiduría que te caracteriza, con esa falta de presunción y, en todo caso, concluiste - que tú obra y la de cualquier artista no es cuestión, simplemente de oratoria, de verbo, es más, si cabe, de biología de la propia obra, que sepa defenderse por sí misma-. Noche, febril, que más bien parece incendio que noche, te ha traído a ti, amigo mío, cargado de sensaciones, de cosas de mí interés, y del interés ajeno, pero para satisfacerlo se necesita la escritura, la palabra, el verbo. Eso traías en tú sonrisa, en el brillo emergente de tus ojos, en tú serenidad, sé lo que quieres decir, pero hoy vamos a hablar en el verbo fundamental para transmitir a la continuidad de la especie. Perdóname, Diego, y cuando lleguemos al “más allá”, considera si lo que alcancé a penetrar en el complejo persona-obra, que lleva tú firma, compensa el que no profundice en tú tesis, de esta noche, que entiendo. ¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez en aquella galería de Madrid? Tú catálogo: “Diego estudió pintura y escultura... “. Te pregunté ¿Pintor o escultor? Fue aquella la primera gran realización de tú mano que conocí. Me di cuenta, de gallego a gallego de escritor a plástico, que por merecimientos que todavía desconocía, estaba en tú enigmática exposición, incógnita exposición madrileña, también me di cuenta de que, quienes te seleccionaron, habían encontrado un nombre que añadir a la plástica española. Me di cuenta que estaba ante una obra intemporal e internacional de sorprendente acabado,....”.

Expone constantemente. La exposición de Ginebra es visitada por importantes personalidades del mundo de la cultura, así como por gallegos residenciados en la ciudad. Se escribe: (Traducido). “Diego de Giráldez es un pintor, escultor y dibujante “gallego”, español. Su reconocimiento se está haciendo tardío, pese a su juventud, y en poco tiempo será universal. Para mi es ya una imagen universal del arte, desde su creación del “Realismo NAS”. Con sólo 25 años, edad que figura en el catálogo de esta exposición en Ginebra, se presenta con una extensa obra –que a decir de los críticos- reconocida por ser original y diferente. Vista su obra, Diego de Giráldez, será considerado el artista vivo originario de Galicia más reconocido. Porque cualquiera de sus cuadros llevan impresos un original y propio estilo -le dan el nombre de NAS- que yo denominaría "Giraldismo". En todo caso este estilo le confiere una identidad inconfundible”.


En 1984, y hasta 1986, el Dr. Antonio P. Lamela, Diego de Giráldez y Valentín Paz Andrade realizan distintos actos por tierras portuguesas y gallegas sobre la figura de Castelao.

Don Antonio P. Lamela, doctor en economía, enseñanzas sociais y otras materias. Profesor de la Universidad de Lisboa en diferentes disiciplinas; D. Valentín Paz Andrade y Diego de Giráldez realizan varios actos, sobre la figura de Castelao, en: Lisboa, Vilanova de Gaía, Caminha, Viaña do Castelo, Santiago de Compostela, Redondela, Vilanova de Cerveira,….. En algunos de ellos (A nossa lingua floresce em Portugal. Sempre en Galiza Castelao,…..) el Doutor Lamela presenta al pintor como: "O meu amigo Diego de Giráldez, un artista invulgar e excepcional con infinitas felicidades e con palavras de Castelao......

Refiriéndonos al acto del monumento, en Portugal, en la Praça da Galiza de Viana do Castelo, la prensa decía “foi colocada a primeira pedra do monumento a Castelao, procedendo a colocaçao da pedra por Valentín Paz Andrade, …..

Otro acto, el de Vilanova de Cerveira, fue realizado por el Dr. Antonio P. lamela y Diego de Giráldez -presidido por el Ministro da Cultura de Portugal-, se llevó a cabo en el salón plenario de la Cámara Municipal de Cerveira, corriendo la apertura del mismo a cargo del Presidente de la Cámara. Antes habían sido recibidos por dicho presidente, con todos sus vareadores, y la banda de música municipal, en los jardines delanteros de la Cámara. A este acto asistieron, invitados, relevantes, importantes artistas de todo el mundo.

También acompañó a Valentín Paz Andrade y al Doutor Antonio P. Lamela, con el Ministro de Cultura portugués, en la Comissão Galega do Acordo Ortográfico da Língua Portuguesa.


En 1990. Empiezan a aparecen los primeros libros monográficos sobre su obra:

Varios autores: Diego de Giráldez. Un pintor para el mundo. Asoc. Gran Vigo. 1990.

Pablos, Francisco: Diego de Giráldez y su realismo. Pontevedra, Diputación Provincial, 1990.

Faraldo, Ramón: El mundo de Diego de Giráldez. Lugo, Diputación Provincial, 1991.

Gómez, Enrique: Diego de Giráldez. La realidad y su espejo. Editorial Nigra, S.L., 2001.

Así hasta 32 libros que, hasta el momento, componen su bibliografía.

En 1991 se le encarga de la inauguración de la Casa de las Artes de Vigo, con una exposición antológica que cosecha un gran éxito entre los eruditos y visitantes, a los que no les pasa inadvertido el talento de este pontevedrés y gallego universal.

Gracias a su habilidad como retratista, se le abren las puertas de importantes personalidades, algo que marcará una etapa de su vida y como no, de su pintura. Con ellos comparte momentos extremadamente fructíferos que le van dando empaque como artista y como persona.

En 1992Lalo Vázquez Gil (periodista, escritor y cronista oficial), (con motivo de la exposición de 1992 en Valladolid) tituló: Diego de Giráldez, un pintor filósofo realista“Hace algunos años - estaba yo en Valladolid-, algunos amigos me dijeron que exponía un gallego excepcional, una colección pictórica realista, surrealista o “casi”, que no dejase de verla y que les diese mi opinión. Un profesor vallisoletano que había dado clases en un Instituto de Vigo, me dijo que era “onírico”. con lo que se acercaba, evidentemente, al surrealismo y que ¡ era vigués ¡ (“¿ Lo conoces ?” “Debo conocerlo”. Y enseguida añadí: “Si es, si pinta como dices, seguro, seguro que es Diego de Giráldez”. Y lo era. Allá me fui y aunque no estaba en la sala gozamos y comentamos su pintura y estuvimos filosofando y lucubrando en torno a su obra. La muestra era verdaderamente excepcional y se celebraba en la acreditadísima sala del Centro Gallego, sociedad cultural, artística y difusora de todo lo gallego, con amplias miras, de gran prestigio en los medios entendidos y cultos de la ciudad de Felipe II. No me extrañó que la exposición alcanzase tanto éxito en una ciudad conocedora del buen arte. Jamás me defraudó Giráldez en ninguna de sus salidas. Y aquí menos - en Valladolid -, porque todo el mundillo artístico se hizo lenguas de su buen hacer - y así presumieron sus amigos y sobre todo los gallegos - vallisoletanos”-. Todos los visitantes entendieron el arte de Diego de Giráldez, que transciende más allá de lo gallego para hacerse universal en ese mundo de símbolos que introduce en su obra con pinceles de paciente pintor, de medidor, sin prisas, del tiempo, del último detalle visual, hasta alcanzar esa perfecta realidad no exenta -sin embargo-, de su huella personal intencionada. Porque el pensamiento, su sentir, sus deseos, sus ideas, sus mensajes, sus secretos, Giráldez no los expresa solo con sus representaciones, con la composición extraña, filosófica, a veces tétrica o advertidora de que hay un mundo esotérico y exotérico. No. Giráldez lo manifiesta, también, con la exactitud de visión y de plasmado material, a propósito, situándose fuera de las órbitas de la moda -algunas ya demodés-, en un punto que ha querido escoger a conciencia -sin encasillamiento absoluto y en el que se mueve por convicción. Así, sus figuras, esos cristos extrañamente crucificados, esos paños, esas aves, esos objetos vulgares -enriquecidos- van más allá de la materialidad ya simbólica tópicamente sí misma y se transforman en algo más sublime porque Giráldez las conjuga y las envuelve, invirtiendo y trastocando su significación iconográfica. Y ahí esta la dificultad para entender la pintura de Diego en su simplicidad. Hay en sus cuadros algo que nos inquieta, que no llegamos a entender absolutamente....”.

En la última parte de la década del siglo XX, en 1998, vive otra fecha histórica en su vida artística: es seleccionado para representar a España en la “Expo Universal 98” de Lisboa. Es la época de los retratos de “bellas señoras”.

En 1998 es seleccionado, como uno de los dos pintores que representará a España en la “Expo-Universal del Arte” en Lisboa, de lo mucho que se ha escrito sobre este acontecimiento se me ocurre traer a estas páginas el título con el que Francisco de Pablos encabezó una extensa crónica en Faro de Vigo“Diego de Giráldez, una estrella plástica en la “Expo’98” de Lisboa”, creo que con esto queda todo dicho, no obstante recogemos párrafos de artículos de la prensa de Vigo:, -no lo hacemos con los medios portugueses, resto de Europa y resto de España, por razones obvias de espacio-.

La Voz de GaliciaLa Exposición Internacional de Arte, que se celebra este año dentro del recinto de la Expo Universal 98 de Lisboa, ha seleccionado a Diego de Giráldez como uno de los representantes españoles dentro del certamen plástico....”. “Giráldez es uno de los dos creadores españoles seleccionados para este certamen que muestra las creaciones de dos autores por cada país....”. “El artista, afincado en Vigo, expone sus obras en la “Expo Universal 98” de Lisboa.”.

Faro de Vigo“... El pintor vigués de adopción cuyo reconocimiento lo certifican datos como que cuadros suyos estén ya en más de 90 museos españoles, además de otros en el extranjero: Diego de Giráldez. En la Expo 98 de Lisboa estará también su obra en una muestra conjunta con otros artistas, de todo el mundo, seleccionados de países como Italia, Japón, Portugal,...”. “ Sólo dos artistas por país figuran en la excepcional muestra en Portugal” “ Entre los acontecimientos culturales que ofrece la Expo 98 de Lisboa, el último certamen del milenio en su carácter, está la Exposición Internacional de Arte, para la que se han seleccionado artistas famosos de todo el mundo, y únicamente dos por cada país representado. Por España, uno de ellos es Diego de Giráldez, gallego, residente en Vigo, donde tiene su estudio y trabaja habitualmente...”. “... su obra esta expandida por todo el mundo”, “... están en diversos museos y colecciones particulares...”.

A partir del año 2000 hay un cambio que deja una profunda huella en su arte, dando una sensación de un aislamiento, temporal del exterior y una concentración en su espíritu, dando muestras de utilizar, si cabe, más la imaginación en una crítica a una humanidad llena de diferencias. Pintura que reserva para su colección privada y para los encargos del Vaticano. Esta temporada marcará profundamente su arte, incluso se la puede catalogar como la época pesimista y espiritual.

El Vaticano y Diego de Giráldez

Una de las personalidades más interesadas por su obra fue el Papa Juan Pablo II -durante su Papado se adquieren varias obras- que le dedicó varios escritos y bendiciones que le impartió personalmente para ponerle “bajo la protección de Nuestra Señora de A Franqueira”. Ahora, el actual pontífice, Benedicto XVI, también se interesa por sus cuadros: Adquieren dos nuevas obras que se encuentran en el Vaticano.

Comentaron algunas fuentes de la Iglesia -en la entrega de una de sus obras- sobre un cuadro de la Virgen: “…una Madre piadosa y poderosa, que es capaz de proteger a todos sus hijos, por eso hoy bajo la mirada firme y bondadosa de la Madre, le mostrareis vuestras debilidades y necesidades para que ella desde su poder os ayude. En esta obra fue capaz de captar toda la plenitud de su Santidad, representando en ella el poder del AGUA: energía, misterio y vida…… Queremos expresar nuestro profundo agradecimiento a D. Diego de Giráldez por el magnífico cuadro que ha elaborado y las reflexiones que nos ha dedicado a partir de esta obra”.

PALABRAS DE JUAN PABLO II A DIEGO DE GIRÁLDEZ.

Pedimos al Señor que le conceda la gracia de vivir cada día, con alegría y esperanza la vocación a la que ha sido llamado, en el ejercicio de su profesión, entregándose con esmero a esa noble tarea desde la que puede transmitir admiración por la estética y favorecer el cultivo de las actitudes éticas y de los valores espirituales que constituyen la realidad más noble y profunda del ser humano ya que  la belleza es llave del misterio y llamada a lo trascendente.
Encomendando al Señor y animándole a continuar haciendo de su vocación, la pintura, un instrumento de transmisión de los grandes valores humanos y espirituales”.

Con motivo de la entrega del cuadro “Virgen de A Franqueira-Virgen de la Fuente”, el Papa agradeció: “…..Con vivos sentimientos el Santo Padre confía a Usted a la protección maternal de Nuestra Señora de la Franqueira”.

A partir de 2001, dentro de su creación NAS (naturalismo, abstracción, surrealismo), sigue renovando constantemente su técnica pictórica. A los cuarenta y nueve años, en 2006, inaugura su Casa museo en A Cañiza, donde trabaja a parte de la pintura la escultura, grandes retablos donde da rienda suelta a su imaginación y decora las paredes de su Museo con dibujos y pinturas de su colección.

La creación en el estudio de la casa de A Cañiza –la que luego se convertiría en "Casa-Museo del pintor Diego de Giráldez"- es compartida en sus talleres de Vigo: Calle Urzáiz –Zona peatonal del Calvario-, Calle del Príncipe y el de la Calle Real –en el Casco Viejo, edificio de Araujo, que fue donde estuvo el gobierno político de la Provincia de Vigo, durante el Trienio liberal (1820-1823)-, o los de Cataluña, Madrid y París donde continua pintando, cada vez con una técnica más innovadora.

Realiza varios autorretratos, en unos se reconoce su físico, mientras en otros, que son de un surrealismo total, le muestran irreconocible a no ser por sus ojos negros y vivos.

Considerado por los críticos de arte, coleccionistas, directores de museos o escritores como uno de los mejores pintores del mundo del arte contemporáneo, su pintura es fuerte y sorprendente para el contemplador. Dotado de una personalidad humilde y a la vez arrolladora, atesora una calidad fuera de lo común.

Desde su creación NAS influye en muchos artistas que beben en sus fuentes. Entre sus cuadros podemos mencionar “El Cristo-Hombre”, al que se refiere con frecuencia Santiago Amón, Ramón Faraldo o Robert Hughes, entre otros, en unos comentarios sobre Diego de Giráldez; y Observando la Naturaleza, donde una diminuta figura de mujer observa un perro de gran tamaño que con mirada al infinito se muestra como un eslabón intermedio.

Citamos sólo estas pinturas de Diego de Giráldez conscientes de que ni por asomo representan a la totalidad de su vasta obra porque poco nuevo podemos decir sobre este pintor singular, inclasificable, de dimensiones inabarcables, cuya trayectoria fue bastante comentada como suele ser habitual en las biografías de los personajes que por derecho propio pasarán a la historia.

Quizás en sus retratos lo más destacable sea la capacidad para dar expresión a las caras según el carácter que quiere reflejar en los personajes y su acercamiento siempre a la forma de ver las cosas del pueblo pero desde un punto de vista algo superior, sin perder esa cercanía, no sólo en el tratamiento de los temas populares que son abundantes en su obra (temas sociales contemporáneos reflejados en la Gallega, el Labrador o la Campesina, por ejemplo) sino también a la hora de retratar a la familia o a gentes de alto copete, donde trata de dotarlos de un porte adecuado a su personalidad que sólo con verlos cualquiera puede tener una impresión de como son dichos personajes.

Es algo que distingue la pintura de este artista, reconocible sin necesidad de ver la firma: Si vemos cualquier retrato o escena plasmada en sus cuadros podremos comprobar que enseguida sabes si te transmite una actitud positiva o negativa sin darle vueltas ni mirarlo desde veinte ángulos distintos. Lo que nos deja atónitos es su esencial capacidad de transmitir algo más que una imagen estática y plana en un lienzo, haciendo sencillo hacerse una idea de la relevancia, gravedad, alegría, dolor y otros rasgos de tipo emocional de lo representado.

En el Giráldez paisajístico, en aquellos que versan sobre Vigo, adivinamos un viaje al corazón de la sociedad marinera y de su ría. En no pocas de estas obras observamos como el surrealismo se confunde con la fabulación, recreando el universo de su imaginación y creatividad en un discurso pormenorizado que detalla en sus cuadros. Incluso, sobre sus lienzos con materia propia y gamas de colores sobrios –donde el negro toma carta de naturaleza en una atmósfera que se manifiesta de forma explícitamente abstracta, en los fondos- , parece poder oírse la voz de los viejos trovadores cantando al mar sus metáforas en poemas líricos.

Y qué decir de sus desnudos, llenos de enigmas, son una fuente continua de sugerencias. Enigmas por desconocer el personaje y sugerencias por la sensualidad que traducen y supone, dentro del realismo el estilo NAS, una considerable novedad en el panorama pictórico español.

En la obra de este gran genio de nuestra pintura también nos encontramos con piezas de carácter costumbrista (como La gallina despeinada,..…..) o de otras de carácter religioso (como el mencionado Cristo-Hombre, el Bautismo o los Mártires, …., obras en las que supo plasmar el sufrimiento, el gesto y mucha humanidad. Se encuentran en distintos museos) y otras que llaman la atención por ser innovadoras y diferentes a la pintura que se hace en estos años. Los que nos hemos acercado y los que os acerquéis al museo del artista descubriréis una pintura diferente. Por algo es considerado por muchos expertos como el creador de un nuevo movimiento dentro del realismo y de la pintura moderna española y universal.

Durante su carrera artística va estableciendo contactos importantes y en su producción aparecen obras maestras con una gran intensidad expresiva que afianzan su prestigio.
Cultiva, también, el tema religioso, de carácter profano y de gran tamaño, y aunque no es tan abundante merece la pena verlo para comprobar como escapando de lo académico mantiene el punto de fuga hacia el espectador, el equilibrio, las siluetas que confieren coherencia y la composición propiamente dicha, razón por lo que lo consideran un genio en todas sus etapas. Igualmente son muy interesantes sus cuadros de pequeño tamaño, testimonio de la realidad cotidiana.

Aunque en su obra el negro y el blanco (compuesto por la explosión comunitaria de todos los colores), son los reyes. En parte de su obra comprobamos que en su paleta no faltan los espléndidos rojos, los verdes y azules, los dichos negros profundos (por qué sabe que el negro más negro surge cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris), grises perlados y toda la gama de ocres. La atmósfera que envuelve la escena es turbia. El artista logra dotar de profundidad a la obra gracias al empleo por un lado de la perspectiva lineal y por el otro, la perspectiva cromática (o aérea) degradando los colores y los valores luminosos que incluso se depositan sobre los perfiles de los elementos más alejados. Delante de sus cuadros nadie se queda indiferente, es imposible.

Como todo pintor, Diego de Giráldez, que desarrolló un estilo personal en el que se refleja también la psicología, ha estado influenciado por los grandes maestros de la pintura: Velázquez, Goya,... de la misma forma que él influye con su “Realismo NAS”, a su vez, en gran parte de la pintura moderna contemporánea.

En la obra del gran pintor y escultor gallego, uno de los autores más prolíficos (un artista con personalidad propia que evidencia el dominio del dibujo, de la pintura, el conocimiento anatómico, la gran capacidad compositiva, el sentido del color y su conocimiento de la estatutaria), también se aprecia el absoluto dominio de las expresiones de los rostros y del sentimiento de una profunda humanidad, tanto en los cuadros de mujeres como cuando retrata al pueblo, sus costumbres o sus modos de vida, y a ello podemos unirle la fuerza de su pintura. Su obra se halla en la actualidad repartida por importantes colecciones y museos del mundo, sin duda merecidamente.


El 11 de Noviembre de 2010la Academia de Infantería de Toledo, nombra a Diego de Giráldez, amigo de la Academia y se le hace entrega de una metopa por el Excmo. Sr. General Jefe de la Academia de Infantería de Toledo.

Diego de Giráldez

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